viernes, noviembre 02, 2012

...just wanna have fun

¿Una serie de la HBO protagonizada por cuatro amigas afincadas en Nueva York (la escritora, la sensata, la desvergonzada y la mojigata) que sigue el día a día de sus vivencias más íntimas? Suena a completo déjà vu, lo sé. Y, más importante aún, a la clase de producto que inicialmente no encajaría con mis inquietudes televisivas habituales. ¿Cómo se comprende, entonces, que un servidor haya caído en las redes de un programa como “Girls”, heredera antinatural (o antiheredera natural) de la celebérrima “Sex and the City”?


Poster promocional de la primera temporada de "Girls".

Vaya por delante que a mí me gustaba moderadamente la serie de Carrie, Samantha, Charlotte y Miranda, esas treinta/cuarentañeras ricas, frívolas y procaces; mujeres de éxito (supuestamente) liberadas que coleccionaban calzado de firmas exclusivas y salían con ejecutivos montados en el dólar y reputados artistas rusos. No es que haya visto sus no-sé-cuántas temporadas de cabo a rabo, vaya, pero si pillaba un episodio por televisión me quedaba viéndolo hasta el final con una sonrisa en la cara.

Lena Dunham es Hannah. Y yo conozco a una tipa clavada a ella.

Mi relación catódica con “Girls” apunta bastante más alto: la serie producida por Judd Apatow y creada, escrita, dirigida y protagonizada por Lena Dunham (26 años, que se dice pronto) ha hecho méritos más que suficientes en su primera remesa de episodios (10 capítulos de 30 minutos cada uno) para que aguarde con interés su segunda temporada. Para entender este fenómeno es preciso que os quedéis únicamente con la primera frase de esta entrada y obviéis, de ahí en adelante, cualquier posible parecido con “Sex and the City”. Del mismo modo en que la protagonista principal del show (Hannah Horvath, interpretada por la propia Dunham) entiende sus ensayos literarios como “la voz de su generación o, al menos, una voz de alguna generación”, “Girls” se propone seriamente representar a una parte destacada de la sociedad actual: los afortunados y consentidos hipsters veinteañeros del primer mundo. Los que viven pegados al móvil y espían a sus ex por el Facebook, escriben blogs para dar rienda suelta a su vena artística, aceptan trabajos de mierda para poder independizarse de unos padres que no saben cuándo cerrar el grifo y confunden con demasiada frecuencia el sexo con el amor, el amor con la compasión y la compasión (ay) con el sexo. Y que por el medio tanto te citan, con idéntico desparpajo, a Flaubert que a Beyoncé.

“Talkin' 'bout my generation”, que decía Roger Daltrey.

Allison Williams es Marnie, que me recuerda muchísimo a alguien que conozco.

Resulta tan divertido reconocer en los personajes de “Girls” patrones de comportamiento que he visto una semana antes en alguno/a de mis amigos/as como turbador es asumir que los defectos de estas arrogantes niñas de papá y mamá incapaces de dejar atrás sus delirios bohemios de adolescencia son los mismos que minan a diario mi relación con el mundo y con todos los otros seres humanos (e infrahumanos) que lo habitan.

Y si bien parte del atractivo que “Girls” ejerce sobre mí tiene que ver con el particular momento vital en que me encuentro (determinado en gran medida por la crítica coyuntura laboral), resulta obvio que esta identificación con algunas emociones y reflexiones de sus protagonistas proviene también de la inteligencia intrínseca del programa: dirigido con resultona sobriedad, interpretado con convicción y estupendamente escrito.

Jemima Kirke es Jessa, y desde el principio de los tiempos los hombres y las mujeres se han encaprichado de depredadoras como ella.

“Girls” es una serie con vocación de dramedy low-cost (al estilo de films recientes tan recomendables como “Beginners” y “El amigo de mi hermana”) que desdeña el glamouroso e idealizado romanticismo tan habitual en las sit-coms yankis (el género televisivo de usar y tirar por excelencia) y se aproxima más al espíritu deliciosamente indie de propuestas catódicas como “Bored to death” y “Wilfred”.

Por otro lado, conviene desterrar la sospecha de que “Girls” sea una serie interesante únicamente para el público femenino (crítica recurrente esgrimida por un montón de hombres contra la mentada “Sex and the City”). Más allá del argumento de cajón (yo soy tío y me gusta), pensar así a estas alturas del siglo XXI por el mero hecho de que su reparto principal esté compuesto por féminas me parece una soberana idiotez, del mismo modo en que me parecía prehistórica la actitud de tantos varones heterosexuales (¿o no?) al manifestar su rechazo hacia el film “Brokeback Mountain” por tratarse de “una historia de maricones homosexuales”.

Lejos de su secundario papel en "Mad Men", Zosia Mamet es la virginal Shoshanna. El mundo está lleno de Shoshannas: es un hecho.

Más allá de sus pechos y vaginas, las chicas de “Girls” son caracteres complejos y relevantes, dotados de una veracidad en sus diálogos y en sus relaciones que entronca no ya con el sentir de la juventud actual, sino con el zeitgeist al completo del acomodado mundo occidental. Y si estas muchachas parecen a veces demasiado egoístas, quejicas, inconscientes, arrogantes, libertinas o bipolares, tal vez sea porque esos tópicos son algunos de los rasgos más característicos de su edad y condición social, tanto da cuántas X o Y tenga uno en el par 23.

Como le escribía el otro día por WhatsApp a otra chica muy distinta (o quizás no tanto): “tp se puede culpar a nadie x ser idiota con 20 años, es part del lote”.

2 comentarios:

entre líneas dijo...

pues esta también me apetece verla después de tu reseña ... supongo que yo también conozco a tipas clavaditas a esas, o quizás yo fui una de ellas ...o sigo siéndolo? ...en fin, tendré que ver la serie para salir de dudas

Jero Piñeiro dijo...

Si la ves, seguro que más de una vez piensas "esto me suena", Tentadora. Prometido. Además, yo creo que la serie podría gustarte bastante.