(“Me and Bobby McGee” de Kris Kristofferson... aunque seguramente te
suene más la versión de Janis Joplin)
En
literatura, la obsesión con la Grandeza
se traduce habitualmente en la redacción de meticulosos adoquines
pensados para impresionar a crítica y público con la plasmación de
un fresco histórico, preferiblemente coral y de mucha enjundia
socio-política, que capture eso que los entendidos denominan
“zeitgeist”.
Inexperto como soy en materia literaria, debo confesar que no he
leído muchas de esas novelas popularmente consideradas Grandes.
De los clásicos rusos, prácticamente nada. Ídem para los franceses. De los americanos aún
menos (¿Philip Roth no es el padre de Tim Roth?). Por eso me cuesta
tanto confirmar la Grandeza
de “Libertad”, última novela escrita por Jonathan Franzen que ha
dividido a la crítica entre unos pocos que la califican de mediocre
o directamente mala (con John Banville a la cabeza de la liga
internacional de haters
de Franzen, colectivo que incluye a ociópatas
autóctonos como Carlos Boyero) y una inmensa mayoría que se postra
ante ella reconociéndola como la primera Gran Novela
Americana del siglo XXI.
El
ambicioso argumento de este bloque de celulosa de casi 700 páginas
sigue a la familia Berglund durante años, moviéndose adelante y
atrás en el tiempo, mientras desgrana la situación nacional de los
EE.UU. a mediados de la década 2000. Así, la importancia de los
atentados del 11-S, las políticas exteriores de la administración
W. Bush, el papel desempeñado por el lobby judío en estas mismas
políticas, la explotación de las energías no renovables o la
fabricación de armamento militar por parte de grandes empresas
conectadas con la clase gobernante inciden directamente en las vidas
de Walter Berglund (activista ecológico de moral aparentemente
intachable), su esposa Patty (antigua estrella del baloncesto
universitario que ahora busca su realización personal como perfecta
ama de casa e inmejorable vecina), sus hijos Joey y Jessica y el
amigo de la familia Richard Katz (músico marginal al que de pronto
le sobreviene un inesperado éxito comercial). Las propias aspiraciones literarias de Franzen se ven confirmadas por las
alusiones explícitas a “Guerra y paz” de Tolstoi, otro fresco
histórico (ya he usado antes esta expresión, sí, pero es que me
parece la más precisa para definir la novela) sobre el amor
en tiempos revueltos (¿hay
algún tiempo que no lo sea?).
“Libertad”
nos habla de los avatares del matrimonio, de las complicadas
relaciones entre padres e hijos, de la naturaleza egoísta de la
amistad y del amor (dos ideas muy difíciles de separar, según
Franzen), de la envidia hacia nuestros propios seres queridos, del
compromiso del ser humano con el medio ambiente, de las distintas
doctrinas políticas entre las que se debate la población
norteamericana, del sexo, la drogas y el rock'n'roll... De algún
modo, abarca todo aquello que viene de serie
con el hecho de pertenecer a la case media estadounidense. Pero,
sobre todo, “Libertad” habla de cómo la palabra que le da título
define las contradicciones del ciudadano acomodado del siglo XXI.
Cómo el hecho de poder decidir plenamente hacia dónde encaminar
nuestra vidas nos lleva a comprender lo poco que sabemos sobre
quiénes somos y quiénes queremos ser. La posibilidad de elegir nos
obliga a hacerlo, y sólo nosotros responderemos por esas decisiones
cuando llegue la hora de hacer examen de conciencia.
Pese
a poner de manifiesto las hipocresías del sector Demócrata, Franzen
no oculta en ningún momento su aversión hacia los Republicanos
encabezados por Bush Jr. y Cheney. Tampoco se corta al criticar
duramente la campaña estadounidense en Irak ni al proclamar por boca
del músico Richard Katz (en mi cabeza, un híbrido perfecto entre
Ryan Adams y Justin Vernon) su odio a las nuevas tecnologías. Parece
incluso que existen en el personaje de Walter Berglund trazas evidentes de la propia biografía del escritor, como su énfasis en la
protección de especies de aves en peligro de extinción (Franzen
trabaja con la organización sin ánimo de lucro American Bird
Conservancy) o sus tajantes ideas acerca de la superpoblación. Y es
por la misma razón que un servidor apenas puede contener las arcadas
al leer los artículos firmados por Juan Manuel de Prada o Salvador
Sostres por lo que respeta tanto la inteligencia cívica de tipos como Manuel
Rivas, Javier Marías o, desde ahora, Jonathan Franzen: porque
sus textos revelan la personalidad de sus autores. Y Franzen me
parece un fulano francamente inteligente.
Sin
embargo, nada de esto es realmente trascendente si lo analizamos al
margen de la experiencia literaria. La Grandeza
no reside en las buenas intenciones de un autor (que se lo digan si no al último Springsteen, muy en la onda de Franzen... y de Barack Obama, ya puestos), sino en su capacidad
para construir con ellas una novela susceptible de entretener,
conmover y agitar la conciencia del lector. Y ahí es donde Banville
y Boyero pueden irse olvidando de mi apoyo, porque ¡cuánto he
disfrutado con la lectura de “Libertad”! Hacía tiempo que no
devoraba un libro con tanta fruición, con auténtica ansia lectora.
Desde la saga fantástica de George R. R. Martin “Canción de hielo y fuego”, creo. Y no será porque no haya leído otras novelas de
mi agrado entre ambos títulos. Pero sólo a veces sucede que los
libros lo abducen a uno de sus quehaceres cotidianos y lo obligan a
regresar a sus letras varias veces al día por pura necesidad de
seguir adelante con su disfrute. Cuando comencé a leer “Libertad”
no me esperaba, ni por asomo, la facilidad con la que Franzen refleja
las emociones humanas (a veces de un modo demasiado preciso, incluso,
para una materia tan irracional como son los sentimientos), su
habilidad maestra para ir y venir por una línea temporal de treinta
años sin que al lector le atosiguen las fechas y el complejo
entramado de acontecimientos que ha debido asimilar hasta entonces,
la fluidez de los diálogos y la capacidad apabullante de
identificación que un servidor ha sentido con uno o varios aspectos
de cada uno de sus protagonistas. Es tan fácil entender las
motivaciones de Walter, Patty y Richard que inevitablemente, en más
de una ocasión, he pensado mientras leía: “yo actuaría
así”. O, mejor/peor aún, “de
hecho, yo actué así”.
Empecé
a leer “Libertad” el sábado 31 de marzo, justo después de
subirme al tren que me llevaría de Madrid a Galicia para disfrutar
de la Semana Santa en compañía de mis familiares y amigos. Me pasé
las 6 horas del trayecto enfrascado en sus páginas y no lo solté
hasta que se anunció por megafonía la parada de Santiago de
Compostela. Terminé de leer el libro el lunes 9 de abril, en el tren
de vuelta a Madrid, y tuve que hacer un esfuerzo importante para que
la persona que ocupaba el asiento contiguo al mío no percibiera el
brillo lacrimoso que llevaron a mis ojos las palabras de su último
capítulo.
Así
que si me preguntas si “Libertad” me parece la nueva Gran
Novela Americana, la única
respuesta posible por mi parte es “y yo qué sé”.
Pero eso no quita, claro, que me parezca una novela realmente grande
(con mis queridas minúsculas). Tanto, que la obra de Franzen
inmediatamente anterior, “Las correcciones”, tiene ya un espacio
V.I.P. reservado en mi Torre de Lecturas Pendientes
(léase con voz de ultratumba).
9 comentarios:
Qué buena reseña, me ha convencido de que Libertad sea mi próxima lectura, que es lo mejor que se puede decir de una reseña positiva. Y eso que, por definición, suelo rehuir de las novelas con aspiraciones tan elevadas. Y es que en mi experiencia lectora, todas aquellas novelas que pretendían trascender el tiempo, marcar un hito, acabaron resultando un auténtico petardazo, y me refiero a clásicos como el Ulises de Joyce o En Busca del Tiempo Perdido de Proust, libros que no le recomendaría a nadie y que, si me terminé, fue porque cayeron en mis manos en una época de obligada "expansión mental".
Con los años me he convencido de que si una novela no entretiene no es una buena novela, y que muchas veces la mejor literatura está contenida en novelas de pretensiones sencillas y mucha personalidad, novelas que encerraban mucha más "grandeza" en historias sencillas que aquellas otras que pretenden ser retratos generacionales. Y entre estas incluyo cosas tan dispares como Sostiene Pereira, Dracula o Tokio Blues.
Un saludo!
Apuntada queda, a primera vista no me atrae nada (estoy enganchada a las space operas ahora mismo en plan ciencia ficción a tope) pero tu crítica me ha atraido.
Claro que mi Torre de Lecturas Pendientes (léase también con voz de ultratumba) ahora mismo está llegando al techo... la colaré por en medio y nadie se dará cuenta...
Saludos!
Me siento francamente incómoda con esa necesidad que tiene parte, o toda, la crítica de estar siempre al acecho de la gran novela...y pongamos aquí la nacionalidad que queramos. "Libertad" es una novela extraordinaria no porque sea la gran novela americana (tampoco llevamos tanto) del siglo XXI: es que es un conjunto ordenado de obsesiones, de historias bien ensambladas, de biografías minuciosas con el trasunto de, esta vez sí, los grandísimos temas de toda la literatura: soledad, amor, muerte. Y el aburrimiento contemporáneo, la cultura del pelotazo, asumir la ética así, en mayúsculas, o pasársela por la piedra como un mal menor, tremendos derechazos al buenismo oficial de la ecología, de las ONGs, etc. A mí me sucedió lo mismo: empecé a leerla y me absorbió por completo. Yo no soy quien para decirle a nadie la novela que es o no es imprescindible en su vida, pero esta, en la mía, desde luego lo es. Con respecto a Banville: postureo del bueno. Las filias y fobias entre escritores casi siempre tienen criterios extraliterarios, me temo.
David: me alegro de que mi reseña te haya convencido para darle esa oportunidad a "Libertad". Ahora espero que tanto elogio por mi parte no te conduzca a la decepción (aunque confío en que no sea así). Reconozco que precisamente "Ulyses" y "En busca del tiempo perdido" son obras que me apetece leer por lo desmesurado de su fama. Quizás luego me parezcan un tostonazo pretencioso, pero esa curiosidad está ahi, del mismo modo en que me apetece probar con algo de Roberto Bolaño, Thomas Pynchon o David Foster Wallace, autores con fama de enrevesados (o al menos ésa es mi percepción)... No he leído tampoco ni "Tokio blues" (no he leído nada de Murakami, de hecho, aunque mi mejor amiga me lo ha recomendado encarecidamente) ni "Sostiene Pereira" (que me consta que le gustó mucho a mi señora madre), pero "Dracula" me parece un libro fantástico; uno de mis favoritos incontestables. Un saludo de vuelta y muchas gracias por comentar ;)
Marguis: ya veo por tu blog que estás cada vez más enganchada a las sagas de ci-fi. De todos modos, yo no descartaría echarle un ojo a la obra de Franzen. Que no te engañe la pomposidad de las críticas "oficiales": es un libro muy fácil de leer, de los que uno devora en cuestión de días pese a su grosor. Ya digo que a mi me enganchó tanto como la saga medieval de George R. R. Martin, y no será precisamente porque el tema y el tono tengan nada que ver. Creo que si dejas a un lado tus preferencias genéricas te llevarás una muy grata sorpresa.
Sigrid: totalmente de acuerdo. En todo. Me pregunto si en algún lugar de Uzbekistán un crítico literario estará ahora escribiendo una reseña sobre "la nueva Gran Novela Uzbeka". Una cosa que me llamó la atención en una crítica negativa que leí sobre "Libertad" fue que se la acusaba de ser "estructuralmente fallida", como si los libros, para ser buenos, debieran plantearse según la sección áurea o algo así. Y que conste que a mí me parece que el libro tiene una estructura interesante y bien pensada, donde los primeros capítulos tienen correspondencia con los últimos (resulta difícil no ver la evidente relación simétrica entre "Buenos vecinos" y "Lago de Canterbridge Estates", las dos partes del diario de Patty, y así sucesivamente). Pero lo que quería decir, en fin, es que si el crítico de turno se lo propone, siempre puede encontrar argumentos para ensalzar o degradar cualquier título por razones que al final se escapan totalmente de las que a mí realmente me interesan: "me gusta", "me conmueve", "me divierte"... De Banville sólo he leído un libro, el tristísimo "El mar", que me gustó mucho en su momento. Desde luego a este señor lo rodea un aura de elitismo literario que a mí no me convence nada (apenas habla bien de ningún otro autor actual). Igual le acaban dando el Nobel un día de estos, pero me temo que seguirá envidiando el éxito comercial de Franzen hasta sus últimos días...
Por amor de Dios, métete en vena,pero y,a Roberto Bolaño. Todo. Y de David Foster Wallace no te pierdas "Hablemos de langostas".
Tomo buena nota de tus recomendaciones, Sigrid :)
De Foster Wallace tengo desde navidades, a la espera de darle un tiento, "La broma infinita", que promete extravagentes emociones fuertes (la sinopsis es de lo más desmadrado que he leído nunca). Seguro que hablaré de él por aquí en próximas entradas literarias. Aún así, curiosamente, este fin de semana estaba con unas amigas en la sección de libros de la Fnac y una de ellas me habló muy bien precisamente del de las langostas. Si "La broma infinita" me gusta, será lo siguiente que lea del mismo autor.
De Bolaño me generan mucha curiosidad sobre todo "Los detectives salvajes", que tiene fama de ser (éste también) una Gran Novela Latinoamericana, y "2666". Las comparaciones con Cortázar que he leído al respecto me animan y asustan a partes iguales. Me fascina "Rayuela", pero es la clase de literatura en la que cuesta entrar si uno no tiene el día adecuado.
Ahora que se celebra el día del libro, quizás sea un buen momento para hacerse con algo de Bolaño... aunque pensaba echarle un ojo al "Crash" de J.G. Ballard. Tantos libros por leer y tan poca vida por delante, maldita sea...
Quería decir "extravagantes", no "extravagentes". Obviamente.
la verdad es que después de leer ésta estuve esperando la reedición de "Las correcciones" del mismo autor...dos grandes novelas, no sabría decir cual de las dos me ha gustado más...
Aunque de Libertad guardo el recuerdo de haberla leido en un periodo de una larga enfermedad donde podía salir poco de la cama, así que siempre irá ligada a un momento de mi vida que ha cambiado mi visión de muchas cosas
Tengo muchas ganas de ponerme con "Las correcciones", Angel. Quizás la sorpresa sea menor ahora que ya conozco al autor por su trabajo en "Libertad", pero el hecho de saber que hay otro ladrillo escrito por el mismo tipo que ha cosechado también unas críticas excelentes (a las que ahora se suma tu recomendación) no hace más que ponerme los dientes largos. Tengo aún un par de títulos por delante en mi Torre de Lecturas Pendientes (léase con voz de ultratumba), pero seguro que antes del verano ya estaré poniéndome a tope con la penúltima novela de Franzen...
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