sábado, septiembre 10, 2011

Pedro Almodóvar: vicios y virtudes

El “sello autoral” puede ser un arma de doble filo. Realizadores como Quentin Tarantino o Tim Burton pueden hacerte pasar del amor al odio al permitir que su ego de “grandes creadores” se imponga a su talento real (que no es poco) buscando el aplauso de sus incondicionales a través de la autorreferencia y no, simplemente, del buen hacer cinematográfico.


En el caso de Pedro Almodóvar, nuestro Pedro, reconozco que nunca sé qué esperarme de cada uno de sus nuevos trabajos. Pese a que estoy más al tanto de su filmografía reciente que de sus primeras obras (lo sigo de cerca desde el estreno de la olvidable “Carne trémula” pero apenas he visto un par de sus films anteriores), ya me he acostumbrado a la calculada progresión estética y narrativa de su personal estilo y a su desconcertante irregularidad en el terreno de los resultados. La tónica general es que cada película de Almodóvar puede ser fascinante o aborrecible sin que nada me predisponga, a priori, a aguardar ni lo uno ni lo otro.


“La piel que habito”, su último título hasta la fecha, es una apuesta arriesgada que camina sobre un alambre de superficie mínima que separa al potente thriller que aspira a ser del ridículo esperpento en que amenaza con convertirse por momentos. Su argumento, libremente inspirado en la novela “Mygale” (“Tarántula”) de Thierry Jonquet y del que no conviene desvelar demasiado para no estropear la experiencia a quien aún no haya visto el film, contiene un montón de elementos aparentemente irreconciliables (bioética y ciencia-ficción, traumas familiares, voyeurismo, Pigmalión y Galatea, síndrome de Estocolmo, violencia de género...) imbricados en una perversa trama poblada por personajes al borde del abismo (e incluso un paso más allá).


De una potencia visual innegable, “La piel que habito” se vale también de un reparto entregado en el que destacan con fuerza tres nombres propios: Antonio Banderas como un hierático cirujano plástico híbrido entre Pedro Cavadas y el monstruo de Amstetten, Marisa Paredes como la solícita sirvienta del anterior y una soberbia (y bellísima, aunque eso no sea novedad) Elena Anaya como la paciente/rehén de los dos primeros. El resto del reparto incluye a otros conocidos intérpretes como Eduard Fernández (al que desgraciadamente vemos más bien poco en pantalla) o los televisivos y ascendentes Jan Cornet y Blanca Suárez, en breves pero relevantes papeles.


Al habitual cuidado estético con que Almodóvar mima todas y cada una de sus producciones se añade también una ecléctica banda sonora que conjuga el buen hacer compositivo de su colaborador habitual Alberto Iglesias con una interesante selección de canciones ajenas (mi gran descubrimiento al respecto fue este “Between the bars” de Chris Garneau) y con la participación de la cantante Concha Buika, protagonista de la consabida escena con música diegética que viene de serie en cada título del manchego.

En sus mejores momentos (que se concentran, sobre todo, en el tercio central del film), “La piel que habito” es una experiencia turbadora e hipnótica, asentada en un concepto tan malsano como atractivo (dentro del contexto de la ficción cinematográfica, claro) y desplegada con una inteligencia expositiva que hace de cada interrogante un morboso anzuelo y de cada salto temporal un motivo de alegre incertidumbre. Es en esos instantes donde todo funciona a las mil maravillas y un servidor se olvida del nombre del director y de los actores para, sencillamente, disfrutar de unas interpretaciones notables (pese a la teatral sobreactuación de Marisa Paredes), una puesta en escena rotunda y una narración que atrapa desde los primeros compases.


Sin embargo, pequeñas pero indigeribles erupciones de egomanía por parte del realizador irrumpen cuando uno menos se lo espera para recordarme que no estoy viendo simplemente una buena película, sino que me encuentro ante (oh, genialidad) “una película de Pedro Almodóvar”. Son sus tics bizarros e improcedentes, como ese delincuente brasileño que parece recién salido de un single de Hidrogenesse o ese lamentable diálogo final que echa por tierra mis expectativas de una conclusión a la altura lírica de las escenas precedentes, los que me sacan totalmente de la película y hacen que maldiga al director de las excelentes “Volver” y “Hable con ella” por no saber supeditar sus ínfulas de notoriedad autoral al buen resultado de una cinta que hubiera podido ser redonda si prescindiese de estas estomagantes salidas de tono.


Quizás al almodovariano de pro le resulten estimables estos arranques de auto-condescendencia, pero en mi cabeza sólo se traducen en la formulación de un deseo imposible, truncado desde su misma concepción: ¡qué película habría logrado Park Chan-wook con estos mismos mimbres!

6 comentarios:

Nemo dijo...

Sin ánimo de palpar la genitalia, me parece que Almodóvar y Bastien Vivès tienen mucho en común. Principalmente que tratan sobre su generación y la gente que les rodea. Cuando la suya coincide con la del lector / espectador, uno se puede sentir fascinado por su trabajo. Cuando siente que lo que le están contando no tiene nada que ver con él, se pierde. Mi generación coincidió con la de Almodóvar en Laberinto de Pasiones y esa película me encanta (o al menos lo hizo en su momento). Pero lo que hizo después me pareció que caía cada vez más en el onanismo mental y perdí todo interés por ver nada suyo.

Y a propósito de la banda sonora: http://littleslumberland.blogspot.com/2009/11/el-radio-ultimo-disco-de-chris-garneau.html

Jero Piñeiro dijo...

Regla de tres: Fran G. Lara es a Bastien Vivès lo que Carlos Boyero a Pedro Almodóvar.

Por otro lado, para mí es complicado identificarme con los aspectos generacionales del cine de Almodóvar, pero hay películas suyas como "Todo sobre mi madre", "Hable con ella" o "Volver" (hablo de las últimas porque, ya digo, son las que conozco) que me han gustado por lo que cuentan y, en menor medida, por cómo lo cuentan. Porque me parecen buenas (que no maravillosas) aunque no tengan necesariamente nada que ver con mi edad o idiosincrasia.

Y ahora que releo mi entrada me gustaría matizar que esta "La piel que habito" también me ha gustado bastante, aunque por los últimos párrafos de la reseña pudiera parecer que no. Creo que es una peli muy interesante y con muchísima chicha, pese a que esos nubarrones "almodovarianos" le resten un par de puntos al conjunto...

Finalmente: ya me he puesto a investigar a Chris Garneau y tengo sus dos LP's en la recámara. Es verdad eso que dices de que recuerda a Antony & the Johnsons y a Sufjan Stevens. Lo de Rufus lo veo menos, no sé. Quizás le encuentro más parecidos con Regina Spektor o incluso CocoRosie (aunque tal vez sea porque aún no he escuchado más que un par de temas sueltos).

Paloma Gallezana dijo...

Supongo que Almodovar me gusta a mí más que a tí, aunque también es cierto que me puede resultar indigesto... Después de lo que te he leído, la veré predispuesta a disfrutar... ;)

Jero Piñeiro dijo...

Desde luego, Palo, tú eres mucho más "almodovariana" que yo. Recuerdo aquellas tardes y noches en el 4º Izda escuchando cosas como ésta o ésta en tus cassettes (¡cassettes!). Anda que non choveu... jajajaja.

Yo creo que "La piel que habito" te puede molar, aunque sólo sea por lo brutal de su planteamiento :)

tenenbaum dijo...

Acabo de verla esta tarde-noche, y coincido bastante contigo. También me sobra lo del delincuente portugués (entiendo en parte la presencia del personaje de Álamo como excusa para la historia que luego cuenta la Paredes, pero lo del acento brasileño que ofenderá a los luso-hablantes no tiene perdón), aunque lo del final no lo vi tan mal, no sé, me pareció que Bárbara Lennie contenía la risa pero poco más. Muy almodovariano, que diría su clon en Celebrities.
Así y todo, basta ver los trailers de otras cintas españolas para ver que Álmodovar sobresale con creces (¿es que no hay más temas que la puñetera Guerra Civil en el cine español?). Aún así, la próxima de Balagueró sí que promete.

Jero Piñeiro dijo...

Perdona el retraso en mi respuesta, JJ. Estos días he tenido más ajetreo del habitual y he descuidado un poco el blog... El acento del "disfraz de tigre" es para matar a Almodóvar, al responsable de casting y al actor. Una vergüenza. Y la presencia del personaje en la película resulta bastante anecdótica y fácilmente eliminable (al fin y a cabo sólo ejerce de catalizador para el cambio de, eh, paradigma entre los protagonistas). A mí el final me pareció adecuado, si quieres, para una de Almodóvar al estilo "Todo sobre mi madre", pero en este thriller tan tenso y desasosegante me resulta una salida de tono importante. De la de Balagueró me jode que el trailer destripe tantísimo del argumento. Parece que ya nadie (salvo Chris Nolan y Rodrigo Cortés) sabe hacer avances que no te cuenten el 90% de lo que vas a ver cuando pagues la entrada... De las españolas que vienen, yo le tengo unas ganas tremendas a la de Urbizu, "No habrá paz para los malvados". Casi seguro que me la veo la próxima semana...