jueves, marzo 24, 2011

Contemplando el muro: "The Wall" en la gran pantalla

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I turned to look but it was gone
I cannot put my finger on it now
The child is grown
The dream is gone
I have become comfortably numb”

(“Comfortably numb” de Pink Floyd)

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Tres años después de la publicación de “The Wall”, el doble álbum de unos Pink Floyd en plena desbandada (Richard Wright abandonó durante la grabación del disco, David Gilmour y Nick Mason cimentaban ya una carrera en solitario paralela a la banda y sólo Roger Waters parecía estar implicado al 100% con el grupo), la adaptación cinematográfica con la que Waters fantaseaba durante la composición del doble LP llegó a las salas de proyección firmada por Alan Parker, conocido en aquel momento por el éxito de “Fama” y la buena acogida entre la crítica de la precedente “El expreso de medianoche”. Tal vez fuera esta combinación de talento para el musical y capacidad para retratar la torturada psicología del hombre alienado la que lo convirtió en el candidato perfecto para adaptar el argumento de “The Wall” al celuloide.


Pese a que Waters pretendía protagonizar él mismo la película, la responsabilidad de encarnar a Pink recayó finalmente en Bob Geldof, vocalista de la banda Boomtown Rats que posteriormente orientaría su carrera hacia el activismo político/filantrópico, organizando los célebres conciertos del Live Aid que en 1985 congregarían a la plana mayor del pop-rock internacional para luchar contra la pobreza y el hambre en África.


“The Wall”, la película, refleja con bastante exactitud el contenido musical del doble álbum, sin introducir apenas diálogos nuevos y aportando imágenes que van de lo narrativo (desarrollando visualmente lo mismo que se explicita en las letras de las canciones) a lo puramente simbólico. Hay un par de temas añadidos para la ocasión (“When the tigers broke free” y "What shall we do now") y dos ausencias respecto al álbum (“Hey you” y "The show must go on"), además de considerables cambios en las mezclas de sonido de gran parte del tracklist; pero lo cierto es que, básicamente, la película adapta casi canción por canción los 80 minutos de duración del disco, pudiendo considerarse más un mastodóntico videoclip que un film con auténtica entidad propia.


La trama, expresada bajo una narrativa discontinua que juega exhaustivamente con el recurso del flashback y el flashforward, sigue fielmente los derroteros de su homólogo discográfico al presentarnos a Pink como una estrella del rock profundamente marcada por la ausencia de una figura paterna durante su infancia (su padre muere en la guerra cuando él es aún un bebé), la sobreprotección a la que lo somete su madre, un matrimonio fracasado y el consabido abuso de las drogas que salpica a buena parte de los astros del rock. Aludiendo también al turbulento caso del ex-líder de Pink Floyd, Syd Barrett, Pink experimentará un descenso a los infiernos de la locura, se verá internado en un sanatorio mental y, en plena crisis nerviosa, se imaginará a sí mismo como una suerte de dictador fascista abocado a una campaña de purga racial/social para “limpiar” una Inglaterra de ecos tatcherianos (en ese extraño carrusel de fabulaciones precognitivas que también incluye al coetáneo tebeo “V de Vendetta” de Alan Moore y David Lloyd, donde se elucubraba acerca de una distopía fascista años antes de la debacle totalitaria protagonizada por la Dama de Hierro).


Más allá de sus valores estrictamente musicales (heredados directamente del disco y que no pueden, por tanto, ser tenidos en cuenta como mérito de la cinta), “The Wall” de Alan Parker destaca principalmente por unas turbadoras secuencias animadas, obra de Gerald Scarfe, que reflejan maravillosamente el sombrío imaginario plagado de pesadillescas metáforas políticas, sociales, sexuales, y edípicas que pueblan el mundo interior de Pink. El metraje de acción real, aunque algo desgastado por el paso del tiempo (en algunos momentos la puesta en escena se percibe envejecida), se vale de un montaje rítmico y asociativo que otorga dinamismo y un sentido psicológico unitario al film. Más que una historia, “The Wall” describe un estado mental, estableciendo sus causas y efectos en un totum revolutum algo indescifrable en un primer acercamiento, pero bastante más evidente y fácil de asimilar en sucesivas revisiones (bueno, quizás el final no sea tan obvio: yo aún me pregunto qué demonios significa el último plano...)


Tal vez “The Wall” no sea una película imprescindible, pero sí es un experimento audiovisual la mar de interesante y un musical diferente que consigue dar en la diana de sus propósitos: inquietar, sorprender y asaltar los sentidos del espectador. También es, además, una fuente inagotable de persistentes imágenes icónicas que aún hoy los seguidores de Pink Floyd asociamos irremisiblemente a la música de la banda. Imágenes que, por cierto, estarán muy presentes en los conciertos que Roger Waters ofrecerá este fin de semana en Madrid y Barcelona como parte de la gira “The Wall Live Tour 2010/2011”.


Un último detalle, cortesía de algún generoso usuario de YouTube: si alguien tiene curiosidad por ver la película y le da pereza rebuscar entre montañas de DVD's descatalogados, puede disfrutarla enterita (eso sí, con una calidad algo regulera, en inglés y sin subtítulos) en este enlace.

2 comentarios:

Eric Blair dijo...

Francamente interesante (as usual). Pero es que me cuesta tanto soportar a Bob geldof...

Jero Piñeiro dijo...

Gracias por el comentario. Mr. Orwell ;) Yo a Geldof tampoco le conozco más que esta película y los conciertos de Live Aid, así que no tengo una idea muy completa sobre su persona... Supongo que lo veo como un pre-Bono (de U2, no de Castilla-La Mancha), que la verdad también es dificilillo de soportar...