martes, diciembre 28, 2010

Que entren los payasos

“(...)
Don't you love farce?
My fault, I fear
I thought that you'd want what I want
Sorry, my dear!
And where are the clowns
Send in the clowns
Don't bother, they're here”

(“Send in the clowns” de Stephen Sondheim, cantada por mucha, mucha, mucha gente)



Empecemos por el tópico de turno: nunca me han gustado los payasos.

No porque les tenga miedo tras haber visto “It” de pequeño (básicamente porque nunca he visto “It”, ni ganas que tengo), no es eso. Lo que pasa es que nunca me han parecido graciosos. Ni siquiera cuando era niño. Llamadme amargado, si queréis, pero lo cierto es que nunca entendí por qué se pintaban la cara, se ponían pelucas y narices falsas, se vestían con colores chillones y se daban trompazos bajo las luces del escenario. Siempre me resultaron aburridos; el peaje que había que pagar para poder disfrutar de los tigres y elefantes, que eran lo que a mí me gustaba del circo cuando era renacuajo. No tengo nada contra la profesión, ojo. Me parece muy loable ganarse la vida haciendo reír a la gente, más aún a los niños. Pero con los payasos, ya digo, me pasa un poco como con “Cómo conocí a vuestra madre”: ni el más leve atisbo de sonrisa (no digamos ya una carcajada).


Se entiende así perfectamente que el hecho de estar protagonizada por payasos circenses no fuese lo que a priori me sedujo de la nueva película de Álex de la Iglesia, “Balada triste de trompeta”. Fueron esos trailers que prometían delirios de violencia, sexo e imágenes grotescas, cosas que en sí mismas no tienen por qué ser necesariamente positivas en un film, pero que en el caso del realizador bilbaíno parecían un primer paso en el camino de su recuperación cinematográfica.


Tras la anodina y convencional “Los crímenes de Oxford” (de la que sólo recuerdo el estupendo plano secuencia de presentación y a aquella Leonor Watling alla bolognesa que me arrancó un sonoro resoplido), Álex de la Iglesia se encontraba, para mí, en el nadir de su carrera. Las decepcionantes “800 balas” (que no llegué a terminar de ver) y “Crimen ferpecto” lo habían desplazado de mi lista de directores españoles a tener en cuenta (en la que se había instalado tras las muy recomendables “El día de la bestia”, “La comunidad” y mi favorita entre las suyas, “Muertos de risa”), y la conclusión más obvia era que aquel ímpetu salvaje y transgresor que caracterizaba sus trabajos más celebrados había ido diluyéndose paulatinamente. Su cine había sido domesticado.


O eso creía yo: “Balada triste de trompeta” es un regreso rotundo al humor más negro que uno pueda imaginar, al gusto por lo bizarro (o directamente pesadillesco), al no cortarse por miedo a desagradar al espectador bienpensante. Es hiperbólica, oscura, violenta, turbia, esquizofrénica y está cargada de bilis y mala baba, lo cual se agradece.


Su argumento nos presenta a Javier (el chanante Carlos Areces), descendiente de un linaje de payasos tontos (los que vacilan al payaso triste en escena) que ve su infancia truncada por el estallido de la Guerra Civil. Durante el conflicto, su padre (el amiguete Santiago Segura) es forzosamente reclutado por el bando republicano y por ello acaba sus días como un preso político del Régimen, obligado a trabajar en la edificación del Valle de los Caídos. Perdido todo poso de infancia y, por extensión, cualquier habilidad para hacer reír a los demás, Javier decidirá, por consejo paterno, convertirse en payaso triste, y tratará de hacerse un hueco en el mundo del espectáculo. Para su desgracia, irá a recalar a un circo donde su pareja cómica será Sergio (inmenso, como ya viene siendo habitual, Antonio de la Torre), un psicópata alcohólico que tiene al resto de compañeros aterrorizados; incluida su chica, la trapecista Natalia (interpretada por la pechugona e insípida Carolina Bang), a la que maltrata sistemáticamente (cosa que a ella, no obstante, la pone bellaca). La tensión llegará a su masa crítica cuando Javier se enamore de Natalia y desate los celos de Sergio, cayendo los tres a partir de entonces en una espiral de tortura, depravación y venganzas sin fin que se irán entrecruzando con los hechos históricos que marcaron los últimos compases de la dictadura de Franco.


“Balada triste de trompeta” puede ser entendida como una versión ultimate, más brutal y menos complaciente, de “Muertos de risa” (los paralelismos no son pocos), sazonada con imágenes extraídas de otras películas (ecos de “Con la muerte en los talones”, “Los santos inocentes” o incluso del primer “Batman” de Tim Burton se pasean por su metraje) y el sentido de deformación de la Historia que Quentin Tarantino esgrimía (más libremente, es verdad) en sus sobrevalorados (aunque muy superiores) “Malditos bastardos”.


Por su planteamiento retorcido del humor, “Balada triste de trompeta” no será plato del gusto de todos. La propia película hace la criba entre espectadores en una de sus primeras escenas, en la que el personaje de Antonio de la Torre cuenta un sádico chiste sobre bebés muertos. Quienes se rían con la broma están alegremente invitados a seguir en este descenso a los infiernos de la carcajada más oscura y descarnada: esta película es para ellos. Los que no le vean la gracia por ningún lado mejor harían en abandonar la sala inmediatamente si no quieren pasarlo tan mal como el personaje de Carlos Areces durante el resto de la proyección.


Hay aciertos muy estimables en el film, partiendo de unos títulos de crédito hipnóticos (la banda sonora de Roque Baños da rotundamente en el clavo), unos primeros compases vibrantes y una potencia visual arrolladora, en la línea de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro (cambiando la querencia de aquéllos por los tonos verdes por una fotografía en azules desaturados); pero también defectos imperdonables que lastran terriblemente el conjunto y que impiden que esta “Balada triste de trompeta” ofrezca todo lo que prometía, que era muchísimo. Más allá de sus flaquezas de guión, que a medida que el metraje avanza va perdiendo el foco en la dimensión dramática de los personajes para encadenar una astracanada tras otra en un circense “más difícil todavía” imposible de sostener, “Balada triste de trompeta” adolece de un montaje errático, arrítmico, que disminuye el impacto que cada escena provocaría por separado y que despierta en el espectador (al menos en un servidor) una sensación constante de desaprovechamiento del material filmado. En esta ocasión el todo se revela inferior a la suma de las partes, y yo me planteo si esto que ahora se proyecta en cines se asemejará al montaje original que de la Iglesia tenía en su cabeza mientras escribía el libreto de la película.


“Balada triste de trompeta” me parece, por consiguiente, una cinta interesante, entretenida y tristemente fallida. Funciona en pequeñas dosis (en escenas concretas, sobre todo las que se apoyan en canciones pop que multiplican el efecto cómico de las imágenes) pero fracasa en la visión de conjunto, y supone una nueva demostración de que hay mucho cine corriendo por las venas de Álex de la Iglesia, pero también de que un buen planteamiento, una puesta en escena atractiva y unos actores solventes no son suficientes para salir airoso de una apuesta tan arriesgada.

6 comentarios:

J.J. González Haro dijo...

Tengo muchas ganas de verla, y si ademas dices que recupera el nivel de obras maestras como la Comunidad y el Dia de la Bestia, merecera la pena sin dudas.

Hacia bastante que no me pasaba por aqui, y no habia visto el cambio de look de tu blog... muy buena la cabecera.

En fin, espero seguir leyendote el proximo año.

Un saludo.

Jero Piñeiro dijo...

Hola, Kin: realmente no quería dar a entender que esté al mismo nivel, sino que el tono es parecido. "Balada triste de trompeta" me parece inferior a "La comunidad", "El día de la bestia" o "Muertos de risa" (al menos en la medida en que yo las recuerdo, que ya hace tiempo que las vi). No obstante, tiene momentos puntuales en los que las supera (sobre todo a nivel estético) y si te gusta el cine de Álex de la Iglesia tanto como se deduce de tu comentario es posible que te resulte interesante.

Me alegro de que te mole la cabecera. Tocaba darle un lavado de cara al blog...

Un saludo y feliz navidad ;)

Ѕilυiα dijo...

Hombre,a mi los payasos me gustan, pero esta película no se yo si le voy a ir a ver.. No me gustó ni "El día de la Bestia", ni "La Comunidad" así que está complicado... jajaja...

Por cierto, eres un bocazas porque iba a actualizar hoy, que para eso tengo vacaciones y estoy mala. Malvado... :p

Jero Piñeiro dijo...

Si no te gustaron esas dos, ésta ni de coña, ya te lo digo yo. Es mucho más alocada y bruta. Ya he visto la actualización de tu blog. Mola que hayas vuelto al redil, jejeje... Besos ;)

tenenbaum dijo...

Bastante de acuerdo con tu crítica de la peli (aunque yo sí que soy fan de "Como Conocí...", jeje). Creo que a Álex le ha perdido el "ansia" que se suele decir y se ha centrado en escenas aisladas y no en la peli. Ese final hitchcockiano en las alturas (como también pasaba en "El Día de la Bestia" con la escena de Schweppes o en "La Comunidad"), ese atentado a Carrero Blanco casualmente en ese justo momento... Creo que le falta un tono homogéneo a la peli (no consigue ser parodia en plan "Planet Terror", pero tampoco logra el equilibrio de "Malditos Bastardos), aunque de la Iglesia nunca ha sido uno de mis directores fetiche.

Jero Piñeiro dijo...

Bordeando el SPOILER (no desvelo realmente nada, pero mejor me curo en salud):

Es verdad que hay mucha autorreferencia en la película. Parece que de la Iglesia necesita colgar a sus personajes de una gran altura para sentir que está construyendo un clímax. Y es una pena, porque esa supuesta grandilocuencia me saca de la película, mientras que las escenas "de personajes" (el chiste de la cafetería, el cautiverio en el castillo y la cacería o el último minuto) son las que realmente despiertan mi interés. Personalmente creo que la peli está mutilada: le faltan mínimo 10-15 minutos de desarrollo (hay elipsis que no pueden ser intencionadas, como la no-explicación del plan final).

El atentado a Carrero Blanco me chirría menos, ya ves. Y que conste que yo a "Malditos bastardos" también la veo muy desequilibrada (tiene capítulos memorables -los 2 primeros- y otros algo aburridos -la historia de Daniel Bruhl-) y, al contrario que a ésta, le sobra metraje. Pero, aún con todo, me sigue pareciendo superior a "Balada triste de trompeta".

Finalmente: ¿son paranoias mías o el final es un homenaje/referencia al "Amazing Spider-man" nº121? Es que yo lo vi muy claro, pero también es cierto que cada uno percibe la realidad bajo su particular código de interiorización, que diría Kant.

(Wow, qué pedante me ha quedado eso, jajajaja...)