Este fin de semana me compré el segundo tomo de la serie “Ex Machina”, publicada pr Norma Editorial en nuestro país y guionizada por Brian K. Vaughn y dibujada por Tony Harris.
El primer tomo había sido una muy agradable sorpresa, sobre todo por lo (relativamente) novedoso del planteamiento: Mitchell Hundred es un ingeniero que trabaja para el ayuntamiento de Nueva York al que un día, mientras supervisa las condiciones de los pilares del puente sobre el río Hudson, un artefacto sumergido le explota en la cara y le otorga el poder de escuchar a las máquinas y poder comunicarse con ellas. Influido por los comics de superhéroes con los que tanto disfrutó en su niñez, Hundred se pone un uniforme cutre, se construye un reactor para volar con él colgado a la espalda y comienza a impartir justicia bajo el nombre de “la Gran Máquina”. Hasta aquí, todo bastante ramplón.
Lo interesante viene después: al comprobar que la acción de un superhéroe poco puede hacer para cambiar realmente las cosas para mejor, Hundred decide dejar la vida de justiciero urbano, hace pública su identidad secreta y toma la determinación de conseguir su meta de hacer de la ciudad de NY un lugar mejor de un modo mucho más pragmático: presentándose a alcalde.
Por una pirueta del destino (que no pienso desvelar aquí, pero que me parece un golpe de guión sublime), Hundred logra la victoria en las elecciones, y se convierte en el jefe político de la ciudad más icónica de los desquiciados Estados Unidos de América. Y aquí es donde empiezan los auténticos problemas: porque el protagonista deberá enfrentarse a peligros tales como decidir la legalidad de las bodas homosexuales, decantarse a favor de la censura preventiva o de la libertad de expresión cuando un cuadro que podría interpretarse (o no) como racista es expuesto en un museo local financiado con fondos oficiales o posicionarse en el tema de la legalización de la marihuana… Temas que cada día vemos en las noticias, a los que los políticos del mundo real también deben enfrentarse, y donde no sólo importa el factor moral (que sí tiene un gran peso) sino que también influye la imagen pública que estas decisiones puedan proyectar sobre la persona que las tome.
Y sí, también hay toques de ciencia-ficción, y un gran misterio en torno al auténtico origen de las habilidades metahumanas del alcalde Hundred, y alguna escena de acción (aunque muy contadas), pero lo fascinante de este comic es ver como un idealista, un ex-superhéroe, se enfrenta, sin usar los puños, sólo con las armas propias del arte de la política, a los problemas de un sistema imperfecto, lleno de desigualdades y donde lo correcto y lo incorrecto normalmente no coinciden con lo que conviene o no conviene hacer para que las cosas estén lo menos mal posible.
Este gran planteamiento, más cercano a “El ala oeste de la Casa Blanca” que a Supermanes y compañía (sin desmerecer a estos últimos, ojo), no sería viable si Brian K. Vaughn no hiciese el que hasta ahora es el trabajo de su vida. Porque, siendo sinceros, por mucho que uno pueda alabar el dibujo de Tony Harris (un tío que desde su excelente “Starman” junto a James Robinson no ha hecho sino mejorar), el auténtico atractivo de esta serie es lo jodidamente bien escrita que está.
No podría afirmar que Vaughn sea uno de mis guionistas de comic favoritos. Me gusta su “Y, el último hombre”, aunque no pase de ser un comic divertido sin más, y su “Runaways”, aunque entretenido, me parece profundamente sobrevalorado. Además, siempre me deja la sensación de que se le da mucho mejor comenzar los arcos argumentales que terminarlos.
Es por ello que este segundo tomo de “Ex Machina” me ha sorprendido tanto. No sólo tiene un arranque prometedor, sino que, al contrario que en sus trabajos precedentes, Vaughn escribe un final de saga cojonudo de verdad, consiguiendo atrapar al lector hasta el final y dosificando perfectamente el componente de thriller en medio de una trama política muy bien resuelta. A esto hay que sumarle la retahíla de detalles curiosos que este guionista acostumbra a introducir en sus guiones (cientos de referencias a películas, canciones, acontecimientos históricos y un montón de cosas más) que consiguen dar vidilla a los diálogos que Vaughn pone en boca de sus personajes y que hacen que nos demos cuenta de que éstos habitan el mismo mundo que nosotros (o casi).
En conclusión sólo puedo decir que, aunque habrá que estar atentos a la evolución de la colección en los muchos números que aún quedan por publicarse, actualmente “Ex Machina” es una de las series más interesantes y entretenidas del panorama comiquero actual, y todo un soplo de aire fresco en un género, el de los superhéroes, que cada vez parece deparar menos sorpresas.
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