Si hay algo que tengo claro, es que uno no se mide por sus estudios, ni por su dinero, ni por lo que ha construido con sus manos o con su intelecto, sino por la gente que lo quiere. No por la cantidad (que importa, sí), sino más bien por la calidad. En mi caso me considero afortunado porque nunca me ha faltado esa persona (y hablo de forma genérica) a la que llamar cuando estoy aburrido, o cuando me siento de bajón, o cuando necesito ayuda, pero también cuando tengo buenas noticias o simplemente me apetece echarme las risas, y siempre he encontrado en dicha persona una disposición inmejorable y muchos motivos para comprender que he dado mi confianza a la gente adecuada.
Posiblemente me quiera incluso más gente de la que creo (porque uno es un poco mal pensado y a veces desconfía de los buenos sentimientos ajenos), pero como no puedo hablar por los demás, me conformo con estar seguro de la gente por la que yo siento aprecio. Son muchos y con cada uno tengo una relación diferente. Algunos son colegas a los que aún no llamo amigos porque no conozco lo suficiente; otros son gente a la que quizás estuve más unido en el pasado pero, no obstante, sigo llevando siempre conmigo (y los añoro más de lo que posiblemente le reconocería a cada uno cara a cara y en privado); otros son gente por la que pondría la mano en el fuego, por la que me la jugaría sin pensarlo dos veces.
Así que (tomad aire): a Eva (de la que podría escribir hasta caer muerto de viejo, porque es mi mejor amiga, y a veces mi hermana, y a veces mi madre y a veces -muy pocas- mi hija, porque me hace sentir querido e importante, porque lleva sugus y chocolate en el bolso y a su lado nadie tiene ganas de estar triste, porque supera cualquier ficción sobre gente buena -hazte a un lado, Amelie Poulain- y además es lista y divertida, y pronto se la rifarán todas las agencias de publicidad, y nunca se cansa de regalarle sonrisas a la gente); a Álvaro (que es mi sempai, mi hermano friki, mi mano derecha y mi pierna izquierda, mi amigodivx y mi alquimista fumeta, mi hemisferio derecho del cerebro ¿o tal vez el izquierdo?, mi consejero, la voz de mi conciencia cuando ésta se pone a imitar a Stitch, y que podría convertirse en el artista más grande del siglo XXI un día de estos, siempre y cuando ya pasen de las 2 del mediodía); a Torres (al que me une una relación que no podría explicar con palabras, un amalgama de cariño y admiración, respeto y fidelidad, confianza y fe, porque además de ser su amigo, soy también su primer fan); a Miguel (que es santo y poeta, filósofo y artista, erudito, valiente, sincero y definitivamente una de las personas más nobles y buenas que hayan pisado la faz de la tierra… y con el que tengo la mejor no-foto de todos los tiempos); a Damián (que es mi amigo más antiguo, y que apostaría el cuello a que seguirá siéndolo hasta el último día, que me venía a visitar en verano cuando yo estaba encerrado dibujando y con el que he tenido algunas de las mejores conversaciones sobre música y cine que recuerdo… aunque “Heat” no le parezca tan buena); a Guille (que durmió tres años en la cama de al lado, y tengo claro que con ningún otro habría aguantado más de tres días, y con el que aprendí tanto de tantas cosas que podría decir sin miedo que en mi vida hubo un antes y un después de él); a Esteban (que me enseñó lo que es ser bueno de verdad, y que aunque no todo el mundo merezca una segunda oportunidad, siempre habrá tíos como él dispuestos a regalártela, porque sí, porque son de puta madre); a Juan (y desmiento lo que dije antes sobre la cama de al lado, porque fue un compañero de habitación increíble durante unos meses muy chungos que pasamos en Pontevedra, y además es un pedazo de pan y el tío más divertido de España y parte del extranjero, ¡que sepas que se comenta que en Malasia hay un tío más divertido que tú!); a Ledi (que va a ser muy grande y salir en los libros de historia, y que hasta cuando la odio no puedo dejar de quererla con locura, y locura es lo que ella trae siempre a mi vida); a Mon (que desde que yo era un criajo fue mi venerable maestro y que es más de mi familia que muchos que comparten mi sangre); a Noelia (que fue un poco la mami de todos en la residencia, a su lado nos sentíamos unos vagos de cuidado, y consiguió que “Estadio Azteca” de Calamaro me parezca una canción el doble de buena, porque siempre que la escucho me acuerdo de lo valiente que fue); a Alicia (que fue más que una amiga, y cuando dejó de serlo se convirtió en mucho más todavía); a las niñas de Bellas Artes: Patri, Laurita, Coral, Rosalía, Xiana, Nené y Natalia (que en sueños tocó para mí el piano), y especialmente a Tere (a la que veo menos que al cometa Halley pero, al igual que éste, siempre que se la ve pasar resplandece como llama viva sobre el techo de la noche… que viva San Froilán y te toca pensar tema); a mis compañeros de piso: Javi (llamado Osi y también Cherokee, artista integral, cocinero de prestigio y artífice de noches en vela y siestas de 7 minutos) y Vale (que “patatín-patatán” y que también “ñañaña”, y sobre todo que “me duele pero aguanto, Oh Daesu”, y que espero que todo le esté yendo de arte en Cataluña); a Figaredo (que llamo así por no confundirlo con el otro Damián, aunque también podría llamarlo Draculín y todos nos reiríamos, algunos más y otros menos, y que es uno de esos tíos a los que puedes ver el corazón resplandeciendo bajo el pecho); a Regina, Sabela, Isa, Leti, Mónica, Anita y Natividad (aunque a ésta última no le veamos nunca el pelo); a los amigos de mi hermano (Parafas y Anita, Suso y el Mendas), que conmigo ejercen “de prestao” pero me hacen sentir siempre como uno más de la pandilla; a Isma, Marta y Cris (que salieron de mi vida y no han vuelto a entrar, pero que dejaron un hondo calado, y justo es que se les reconozca… espero que nuestros caminos vuelvan a cruzarse algún día); a Viti (que es un “crack” y que me alegró la existencia en Burdeos) y de forma muy especial a Emma (que me dio más vida en seis meses que mucha gente en seis años, y que gracias a ella la expresión “rigor mortis” siempre me hace esbozar una sonrisa maliciosa)… a todos ellos y al más importante, a mi hermano Javi, el mejor sin discusión, el primer super-héroe cotidiano del mundo real y la persona a la que todos deberían parecerse para acabar con los problemas del mundo (ha dejado a Jesús y a Gandhi en unos distantes 2º y 3er puesto, respectivamente)… a todos vosotros quiero deciros que… como era esto… ah, sí, el último en salir que cierre la puerta.
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