viernes, mayo 02, 2014

Llaves y cerraduras

Hace cuatro o cinco años leí un libro titulado “El traje del muerto”. Bajo el nom de plume de su autor, Joe Hill, se encontraba Joseph Hillstrom King, segundo hijo del célebre escritor de novelas de terror Stephen King. La opera prima de Hill tenía un planteamiento muy atractivo (una vieja estrella de rock obsesionada con lo paranormal adquiere en una subasta un traje al que está atado un fantasma) y mantuvo vivo mi interés durante su primera mitad, más o menos, para luego hundirse en convencionalismos y soluciones fáciles que acababan por torcer sus buenas intenciones iniciales. De ahí, supongo, que hasta hace poco un servidor no prestase demasiada atención a la producción posterior de Hill y decidiese ignorar su salto a uno de mis medios favoritos de expresión artística. El comic, por supuesto.


“Locke & Key” comenzó a publicarse en febrero de 2008 bajo el logo de la editorial independiente IDW Publishing. Originalmente iba a constar de seis miniseries de otros tantos números cada una, pero la sexta serie (“Omega”) sólo contó con cinco capítulos a los que después se añadió una séptima y última entrega (“Alpha”) dividida en dos episodios dobles. Hasta ahora, en España la colección ha sido editada por Panini Comics en cinco tomos recopilatorios, a la espera de que “Omega” y “Alpha” aparezcan en un mismo volumen que cierre la trama principal a mediados del mes de junio. Por otro lado, existen planes para publicar un total de seis one-shots ambientados en distintas épocas del universo de “Locke & Key”, de los que hasta el momento en EE.UU. sólo han aparecido dos: “Open the Moon / Guide to the known keys” y “Grindhouse”.


Pese a mi escasa curiosidad previa hacia esta colección, fueron dos las circunstancias que finalmente me llevaron a darle una oportunidad: la primera, el recuerdo de la entusiasta recomendación por parte de dos bloggers con gustos muy diferentes, Fran G. Lara, patrón del tristemente desaparecido “El Pequeño Misántropo en el País de los Sueños”, y Joaquín G. Haro, responsable de la incombustible bitácora “De Fan a Fan”; la segunda, el hecho de ser, a estas alturas, una serie (más o menos) cerrada que puede ser leída de principio a fin sin largas esperas entre un arco argumental y el siguiente. Tras disfrutarla del tirón, en apenas una semana (y en inglés, aunque ya he comenzado a agenciarme los recopilatorios en castellano publicados por Panini), debo reconocer que mi desconfianza inicial hacia el trabajo de Hill se ha borrado de un plumazo y que no podría estar más de acuerdo con las alabanzas que en su día le dedicaron Joaquín y Fran.


“Locke & Key” sigue los pasos de los hermanos Locke, dos adolescentes (Tyler y Kinsey) y un niño (Bode), cuya familia es atacada en su casa de verano por dos compañeros del instituto de Tyler. El patriarca de los Locke, Rendell, es asesinado por los asaltantes, y su esposa Nina, la madre de los chavales, consigue sobrevivir después de haber sido víctima de una brutal agresión sexual. Tras este traumático episodio, los cuatro supervivientes se mudan junto a su joven tío Duncan a la antigua mansión familiar de los Locke en el condado de Lovecraft, Massachusetts, con el fin de empezar de cero. Inevitablemente, un lugar llamado Lovecraft tiene que esconder infinidad de secretos inenarrables (que diría el viejo H.P.), empezando por el nuevo hogar de los Locke, Keyhouse, un enorme caserón colonial en el que existen numerosas llaves desperdigadas que, introducidas en la cerradura apropiada, tienen efectos mágicos de lo más variado. Asediados por una fuerza maligna que pretende hacerse con las llaves de Keyhouse para sus propios e indudablemente oscuros propósitos, los hermanos Locke irán poco a poco desentrañando los secretos de su árbol genealógico mientras nuevas llaves fabulosas se cruzan en su camino. Y todo esto, claro, sin dejar de asistir al instituto local e intentando tener una vida social acorde con sus respectivas edades.


Pese al trágico punto de partida de la narración y a los evidentes elementos terroríficos que vertebran su trama, “Locke & Key” no es una serie tan oscura como uno a priori podría suponer. Es verdad que hay un montón de violencia y muerte, y también un puñado de personajes entrañables a los que les ocurren cosas terriblemente crueles, pero de la lectura de las andanzas de la familia Locke se desprende además una loca inconsciencia aventurera, un sentido de la diversión eminentemente juvenil, que sitúa a “Locke & Key” más cerca de la whedonesca Buffy o, sobre todo, de los “Runaways” marvelitas de Brian K. Vaughn y Adrian Alphona, que de la horripilante gravedad cósmica del escritor de Providence. De hecho, la mitología que rodea a las llaves de Keyhouse es tan fantasiosa que permite numerosos cambios de registro y la exploración de géneros insospechados: desde el romance adolescente hasta el terror más puro, pasando por los super-héroes o las narraciones de corte social, todo cabe en el amplio margen de maniobra que las bases conceptuales de la colección permiten a su guionista. Gracias a los múltiples usos de las llaves mágicas, Hill expande un mundo con posibilidades casi infinitas, lo cual justifica momentos puramente cómicos, grandes escenas de acción o brillantes homenajes a referentes clásicos de la historia del comic (como en la maravillosa historia central del one-shot “Open the Moon / Guide of the known keys”).


También hay espacio en “Locke & Key” para retomar algunos de los elementos distintivos de las novelas del padre del guionista, adaptándolos al contexto en que se desarrolla la trama. Especialmente llamativa me parece la referencia implícita a King en la pandilla de los años de instituto del difunto patriarca de los Locke: un grupo de adolescentes que pondrá en marcha acontecimientos que afectarán al condado de Lovecraft muchos años después y que recuerda tanto a los Perdedores que se enfrentan al malvado payaso de “It” como a los cuatro amigos que protagonizan “Cazadores de sueños”. Y ése no es, desde luego, el único guiño a la bibliografía del autor de “Carrie”.


Resulta fascinante, por otro lado, cómo Hill consigue meterse en un berenjenal de misterios de difícil explicación (o eso pensaba yo a la altura de la segunda miniserie, “Juegos mentales”) y salir airoso del desafío en una conclusión perfectamente hilvanada que no deja nada ni al azar ni al capricho de un escritor menos esforzado en atar cabos. Pese a que en determinados momentos parezca imposible, todo en “Locke & Key” tiene perfecto sentido siempre y cuando uno asuma los fantásticos fundamentos de la trama. Un caso insólito de coherencia interna y respeto a la inteligencia del lector.


Me he reservado hasta ahora, intencionadamente, mi valoración del trabajo de Gabriel Rodríguez, el dibujante que ilustra todos y cada uno de los episodios (incluyendo one-shots) de la cabecera. En el contexto de las series de larga duración del comic angloparlante, los lectores solemos cometer el error de otorgar más importancia al trabajo del guionista que al del profesional encargado de plasmar sus ideas sobre el papel, supongo que por estar ya habituados a los continuos bailes de dibujantes en las series de las grandes editoriales, o a los acabados más o menos apresurados que exige el ritmo mensual de publicación en el modelo de producción norteamericano. Sé que es una generalización injusta, pero de algún modo existe la percepción de que las series regulares con más de 30 ó 40 números de recorrido son buenas gracias a sus guionistas y a pesar de sus dibujantes. El caso de “Locke & Key” es, afortunadamente, excepcional: al haber visto la luz en forma de sucesivas miniseries espaciadas en el tiempo, su responsable gráfico no se ha visto obligado a cumplir con las exigentes fechas de entrega de la tiranía editorial, ni a delegar parte del trabajo en manos ajenas que desvirtuarían la coherencia gráfica de la obra. Además, la evolución de Rodríguez durante los 37 episodios que conforman la serie es apabullante.


Confieso que mi primer acercamiento a las páginas de “Locke & Key” fue un poco escéptico no sólo en lo relativo a las capacidades literarias de Hill, sino también en lo que respecta al apartado visual. Desde un trazo más tosco, a caballo entre la expresividad cartoon de Philip Bond y el estilo amerimanga de Joe Madureira, el dibujante chileno va puliendo progresivamente su personalidad artística hasta alcanzar una línea diáfana que lo acerca tanto a la nitidez en el diseño de personajes de Terry Moore como al detallismo del mejor Steve McNiven. Manteniendo siempre, además, un hábil sentido de la narración y la puesta en página y haciendo que tanto las escenas más introspectivas como las secuencias de acción se lean con una claridad expositiva incuestionable. La guinda del pastel la ponen los esporádicos cambios de registro que Rodríguez efectúa con brillantez cuando las planchas de “Locke & Key” guiñan un ojo al trabajo de gigantes como Winsor McCay o Bill Watterson, a las aventuras bélicas del Sargento Rock y Nick Furia o a los clásicos de género negro de la EC.


De la conjunción de los talentos insospechados de Joe Hill y Gabriel Rodríguez ha salido una serie divertidísima, adictiva como pocas y con una enorme pegada emocional, que no hace sino mejorar saga a saga y número a número. Un título al que posiblemente le haya faltado la visibilidad de los grandes hitos del sello Vertigo o de las cabeceras más pujantes de Image Comics, pero que yo no me cansaré de recomendar a todo aquel que aún dude si darle o no una oportunidad.


Queda para el anecdotario la truncada adaptación televisiva de “Locke & Key” que la Fox, siempre tan inspirada a la hora de abortar proyectos (“Firefly”, “Futurama”, “Dollhouse”...) canceló aún a pesar de la buena acogida que el episodio piloto, dirigido por Mark Romanek (“Nunca me abandones”), tuvo entre el público asistente a la Comic Con de San Diego en 2011. Actualmente los derechos de adaptación de la obra de Hill y Rodríguez están en manos de Universal Pictures y de la productora de Alex Kurtzman y Robert Orci, K/O Paper Productions (responsable de films como “Cowboys contra Aliens”, “Amazing Spider-man” y “Star Trek: en la oscuridad”), y se especula con la posibilidad de que sea llevada a la gran pantalla como una trilogía de películas. Yo personalmente creo que la televisión hubiera sido el medio perfecto para trasladar al lenguaje audiovisual todo el potencial que encierra “Locke & Key”, y el trailer de la abortada serie de la Fox (único material disponible en internet de aquel proyecto) no hace más que subrayar esta intuición.

2 comentarios:

J.J. González Haro dijo...

Me siento doblemente honrado en esta entrada; primero porque nombres mi blog como una "bitácora incombustible" y segundo, por tener el placer de haber sido una de las personas que te dirigió a esta serie.

Yo la termine en digital hace poco y quede muy satisfecho con todo, es de las pocas colecciones redondas que uno encuentra a día de hoy y que no estropean con el tiempo. Según parece, Panini publicara el mes que viene el ultimo tomo, el cual, estoy deseando tener en mis manos para poder releer la colección nuevamente y como es debido.

Un abrazo crack y me alegro de que te gustara tanto... ahora, échale un vistazo a las dos entregas de la Capa, que sin llegar a este nivel, resultan muy divertidas.

Jero Piñeiro dijo...

El placer ha sido todo mío, Kin ;) Es verdad lo que dices de que "Locke & Key" es una de esas colecciones redondas que no bajan el listón, y eso que en este caso a mí me parecía particularmente difícil darle un cierre a la altura de las circunstancias, pero Hill y Rodríguez lo han conseguido. "La Capa" y su ¿spin-of? "1969" ya están en mi lista de inminentes lecturas. ¡Un abrazo!