Hace cuatro o cinco años
leí un libro titulado “El traje del muerto”. Bajo el nom de
plume de su autor, Joe Hill, se encontraba Joseph Hillstrom King,
segundo hijo del célebre escritor de novelas de terror Stephen
King. La opera prima de Hill tenía un planteamiento muy atractivo (una
vieja estrella de rock obsesionada con lo paranormal adquiere en una
subasta un traje al que está atado un fantasma) y mantuvo
vivo mi interés durante su primera mitad, más o menos, para luego
hundirse en convencionalismos y soluciones fáciles que acababan por
torcer sus buenas intenciones iniciales. De ahí, supongo, que hasta
hace poco un servidor no prestase demasiada atención a la producción
posterior de Hill y decidiese ignorar su salto a uno de mis medios
favoritos de expresión artística. El comic, por supuesto.
“Locke & Key”
comenzó a publicarse en febrero de 2008 bajo el logo de la editorial
independiente IDW Publishing. Originalmente iba a constar de seis
miniseries de otros tantos números cada una, pero la sexta serie
(“Omega”) sólo contó con cinco capítulos a los que después se
añadió una séptima y última entrega (“Alpha”) dividida en dos
episodios dobles. Hasta ahora, en España la colección ha sido editada por Panini Comics en cinco tomos recopilatorios, a la
espera de que “Omega” y “Alpha” aparezcan en un mismo volumen
que cierre la trama principal a mediados del mes de junio. Por otro
lado, existen planes para publicar un total de seis one-shots
ambientados en distintas épocas del universo de “Locke & Key”,
de los que hasta el momento en EE.UU. sólo han aparecido dos: “Open
the Moon / Guide to the known keys” y “Grindhouse”.
Pese a mi escasa
curiosidad previa hacia esta colección, fueron dos las
circunstancias que finalmente me llevaron a darle una oportunidad: la
primera, el recuerdo de la entusiasta recomendación por parte de dos
bloggers con gustos muy diferentes, Fran G. Lara, patrón del
tristemente desaparecido “El Pequeño Misántropo en el País de los
Sueños”, y Joaquín G. Haro, responsable de la incombustible
bitácora “De Fan a Fan”; la segunda, el hecho de ser, a estas
alturas, una serie (más o menos) cerrada que puede ser leída de
principio a fin sin largas esperas entre un arco argumental y el
siguiente. Tras disfrutarla del tirón, en apenas una semana (y en
inglés, aunque ya he comenzado a agenciarme los recopilatorios en
castellano publicados por Panini), debo reconocer que mi desconfianza
inicial hacia el trabajo de Hill se ha borrado de un plumazo y que no
podría estar más de acuerdo con las alabanzas que en su día le dedicaron Joaquín y Fran.
“Locke & Key”
sigue los pasos de los hermanos Locke, dos adolescentes (Tyler y
Kinsey) y un niño (Bode), cuya familia es atacada en su casa de
verano por dos compañeros del instituto de Tyler. El patriarca de
los Locke, Rendell, es asesinado por los asaltantes, y su esposa
Nina, la madre de los chavales, consigue sobrevivir después de haber
sido víctima de una brutal agresión sexual. Tras este traumático
episodio, los cuatro supervivientes se mudan junto a su joven tío
Duncan a la antigua mansión familiar de los Locke en el condado de
Lovecraft, Massachusetts, con el fin de empezar de cero.
Inevitablemente, un lugar llamado Lovecraft tiene que esconder infinidad de secretos inenarrables (que diría el viejo H.P.),
empezando por el nuevo hogar de los Locke, Keyhouse, un enorme
caserón colonial en el que existen numerosas llaves desperdigadas
que, introducidas en la cerradura apropiada, tienen efectos mágicos
de lo más variado. Asediados por una fuerza maligna que pretende
hacerse con las llaves de Keyhouse para sus propios e indudablemente
oscuros propósitos, los hermanos Locke irán poco a poco
desentrañando los secretos de su árbol genealógico mientras nuevas
llaves fabulosas se cruzan en su camino. Y todo esto, claro, sin
dejar de asistir al instituto local e intentando tener una vida social
acorde con sus respectivas edades.
Pese al trágico punto de
partida de la narración y a los evidentes elementos terroríficos
que vertebran su trama, “Locke & Key” no es una serie tan
oscura como uno a priori podría suponer. Es verdad que hay un
montón de violencia y muerte, y también un puñado de personajes
entrañables a los que les ocurren cosas terriblemente crueles, pero
de la lectura de las andanzas de la familia Locke se desprende además
una loca inconsciencia aventurera, un sentido de la diversión
eminentemente juvenil, que sitúa a “Locke & Key” más cerca
de la whedonesca Buffy o, sobre todo, de los “Runaways”
marvelitas de Brian K. Vaughn y Adrian Alphona, que de la
horripilante gravedad cósmica del escritor de Providence. De hecho,
la mitología que rodea a las llaves de Keyhouse es tan fantasiosa
que permite numerosos cambios de registro y la exploración de
géneros insospechados: desde el romance adolescente hasta el terror
más puro, pasando por los super-héroes o las narraciones de corte
social, todo cabe en el amplio margen de maniobra que las bases
conceptuales de la colección permiten a su guionista. Gracias a los
múltiples usos de las llaves mágicas, Hill expande un mundo con
posibilidades casi infinitas, lo cual justifica momentos puramente
cómicos, grandes escenas de acción o brillantes homenajes a
referentes clásicos de la historia del comic (como en la maravillosa
historia central del one-shot “Open the Moon / Guide of the known
keys”).
También hay espacio en “Locke & Key” para retomar
algunos de los elementos distintivos de las novelas del padre del
guionista, adaptándolos al contexto en que se desarrolla la trama.
Especialmente llamativa me parece la referencia implícita a King en
la pandilla de los años de instituto del difunto patriarca de los Locke: un
grupo de adolescentes que pondrá en marcha acontecimientos que
afectarán al condado de Lovecraft muchos años después y que recuerda
tanto a los Perdedores que se enfrentan al malvado payaso de “It”
como a los cuatro amigos que protagonizan “Cazadores de sueños”.
Y ése no es, desde luego, el único guiño a la bibliografía del
autor de “Carrie”.
Resulta fascinante, por
otro lado, cómo Hill consigue meterse en un berenjenal de misterios de
difícil explicación (o eso pensaba yo a la altura de la segunda
miniserie, “Juegos mentales”) y salir airoso del desafío en una
conclusión perfectamente hilvanada que no deja nada ni al azar ni al
capricho de un escritor menos esforzado en atar cabos. Pese a que
en determinados momentos parezca imposible, todo en “Locke &
Key” tiene perfecto sentido siempre y cuando uno asuma los
fantásticos fundamentos de la trama. Un caso insólito de coherencia interna y respeto a la
inteligencia del lector.
Me he reservado hasta
ahora, intencionadamente, mi valoración del trabajo de
Gabriel Rodríguez, el dibujante que ilustra todos y cada uno de los
episodios (incluyendo one-shots) de la cabecera. En el contexto de
las series de larga duración del comic angloparlante, los lectores
solemos cometer el error de otorgar más importancia al trabajo del
guionista que al del profesional encargado de plasmar sus ideas
sobre el papel, supongo que por estar ya habituados a los continuos
bailes de dibujantes en las series de las grandes editoriales, o a
los acabados más o menos apresurados que exige el ritmo mensual de
publicación en el modelo de producción norteamericano. Sé que es una generalización injusta, pero de algún modo existe la percepción de que las series regulares con más de 30 ó 40 números de recorrido son buenas gracias a sus guionistas y a pesar de sus dibujantes. El caso de
“Locke & Key” es, afortunadamente, excepcional: al haber
visto la luz en forma de sucesivas miniseries espaciadas en el
tiempo, su responsable gráfico no se ha visto obligado a cumplir
con las exigentes fechas de entrega de la tiranía editorial, ni a
delegar parte del trabajo en manos ajenas que desvirtuarían la
coherencia gráfica de la obra. Además, la evolución de Rodríguez
durante los 37 episodios que conforman la serie es apabullante.
Confieso que mi primer
acercamiento a las páginas de “Locke & Key” fue un poco
escéptico no sólo en lo relativo a las capacidades literarias de
Hill, sino también en lo que respecta al apartado visual. Desde un trazo más tosco, a caballo entre la expresividad cartoon de
Philip Bond y el estilo amerimanga de Joe Madureira, el
dibujante chileno va puliendo progresivamente su personalidad artística hasta alcanzar
una línea diáfana que lo acerca tanto a la nitidez en el diseño de
personajes de Terry Moore como al detallismo del mejor Steve McNiven.
Manteniendo siempre, además, un hábil sentido de la narración y la
puesta en página y haciendo que tanto las escenas más
introspectivas como las secuencias de acción se lean con una
claridad expositiva incuestionable. La guinda del pastel la ponen los
esporádicos cambios de registro que Rodríguez efectúa con
brillantez cuando las planchas de “Locke & Key” guiñan un
ojo al trabajo de gigantes como Winsor McCay o Bill Watterson, a
las aventuras bélicas del Sargento Rock y Nick Furia o a los clásicos de género negro de la
EC.
De la conjunción de los
talentos insospechados de Joe Hill y Gabriel Rodríguez ha
salido una serie divertidísima, adictiva como pocas y con una enorme pegada
emocional, que no hace sino mejorar saga a saga y número a número.
Un título al que posiblemente le haya faltado la visibilidad de los
grandes hitos del sello Vertigo o de las cabeceras más pujantes de
Image Comics, pero que yo no me cansaré de recomendar a todo aquel que aún dude si darle o no una oportunidad.
Queda para el anecdotario
la truncada adaptación televisiva de “Locke & Key” que la
Fox, siempre tan inspirada a la hora de abortar proyectos (“Firefly”,
“Futurama”, “Dollhouse”...) canceló aún a pesar de la buena
acogida que el episodio piloto, dirigido por Mark Romanek (“Nunca
me abandones”), tuvo entre el público asistente a la Comic Con de San Diego
en 2011. Actualmente los derechos de adaptación de la obra de Hill y
Rodríguez están en manos de Universal Pictures y de la productora
de Alex Kurtzman y Robert Orci, K/O Paper Productions (responsable de
films como “Cowboys contra Aliens”, “Amazing Spider-man” y
“Star Trek: en la oscuridad”), y se especula con la posibilidad
de que sea llevada a la gran pantalla como una trilogía de
películas. Yo personalmente creo que la televisión hubiera sido el
medio perfecto para trasladar al lenguaje audiovisual todo el potencial que encierra “Locke & Key”, y el trailer de la abortada serie de la Fox
(único material disponible en internet de aquel proyecto) no hace
más que subrayar esta intuición.
2 comentarios:
Me siento doblemente honrado en esta entrada; primero porque nombres mi blog como una "bitácora incombustible" y segundo, por tener el placer de haber sido una de las personas que te dirigió a esta serie.
Yo la termine en digital hace poco y quede muy satisfecho con todo, es de las pocas colecciones redondas que uno encuentra a día de hoy y que no estropean con el tiempo. Según parece, Panini publicara el mes que viene el ultimo tomo, el cual, estoy deseando tener en mis manos para poder releer la colección nuevamente y como es debido.
Un abrazo crack y me alegro de que te gustara tanto... ahora, échale un vistazo a las dos entregas de la Capa, que sin llegar a este nivel, resultan muy divertidas.
El placer ha sido todo mío, Kin ;) Es verdad lo que dices de que "Locke & Key" es una de esas colecciones redondas que no bajan el listón, y eso que en este caso a mí me parecía particularmente difícil darle un cierre a la altura de las circunstancias, pero Hill y Rodríguez lo han conseguido. "La Capa" y su ¿spin-of? "1969" ya están en mi lista de inminentes lecturas. ¡Un abrazo!
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