Debo reconocer que en los
últimos meses mi inicial entusiasmo hacia la fase 2 del gran proyecto
cinematográfico de Marvel Studios se había enfriado bastante. Pese
al buen sabor de boca dejado por “Iron Man 3”, la sensación de
que todo lo que viniese a continuación iba a ser un mero trámite
hasta el esperado regreso de Joss Whedon en “Los Vengadores: la era
de Ultrón” se vio refrendada por el estreno de la decepcionante
(muy decepcionante) “Thor: el mundo oscuro”. De ahí, supongo,
que mis expectativas ante “Capitán América: el Soldado
de Invierno” no fuesen especialmente altas. Tal vez, también,
porque el personaje protagonista había quedado en un deslucido
segundo plano durante su intervención en la primera aventura fílmica de los Héroes Más Poderosos de la Tierra, a la sombra del
genio-millonario-filántropo-playboy encarnado por Robert Downey Jr.
“El Soldado de
Invierno” se presentaba, a priori, como otra entrega de transición:
una aventura menor dentro del marco global marvelita, centrada en un
personaje carente del carisma arrollador de Tony Stark o del nutrido
trasfondo mitológico del dios asgardiano. Por suerte, la tabula rasa
a la que obligaba el nuevo estatus del supersoldado Steve Rogers,
descongelado del hielo ártico tras 60 años de criopreservación, ha
acabado jugando a favor de la franquicia.
Proveniente de un mundo
en blanco y negro, donde las guerras aún se presumían justas y el
espionaje no había alcanzado las cotas conspiranoides de la Guerra
Fría, Rogers se encuentra absolutamente desubicado en el siglo XXI.
La ambigüedad de sus compañeros de armas, superespías como Nick
Furia o la Viuda Negra, choca frontalmente con el fair play
del Capitán América hasta el punto de que el boy scout del escudo
de vibranium estaría dispuesto a abandonar el servicio activo si
tuviese alguna otra cosa que hacer en la vida. Pero Rogers es un
soldado y, en realidad, nada más. La gente a la que quería, como su
compañero caído Bucky Barnes o su amor de juventud Peggy Carter, no
son más que recuerdos de un pasado remoto que para Steve queda, sin
embargo, a un parpadeo de distancia. En la actualidad el Capitán
América no es más que un instrumento al servicio de S.H.I.E.L.D. Y lo
que S.H.I.E.L.D. quiere, para él y para el mundo, es un misterio que
Rogers deberá desentrañar cuando uno de sus ¿aliados? lo implique
directamente en una conspiración de alcance mundial.
Con estos mimbres, los
realizadores hermanos Anthony y Joe Russo, curtidos en comedias
televisivas como “Arrested development” o “Community” que a
priori poco tienen que ver con el blockbuster super-heroico,
despliegan un thriller de acción de escasa personalidad autoral (tal
y como le gusta a Marvel Studios) pero terriblemente eficaz en
términos de ritmo e intensidad. De hecho, posiblemente “El Soldado
de Invierno” sea la cinta más compensada de toda la producción
marvelita hasta la fecha, en tanto que aúna acción, intriga,
descripción de personajes (la Viuda Negra por fin se percibe como
algo más que una pin-up enfundada en cuero negro) y unas agradables
notas de humor en un equilibrio casi perfecto, sin que ningún
elemento se imponga sobre los demás (al contrario de lo que ocurría
en las películas de Iron Man y Thor, convertidas a la postre en
comedias salpicadas de escenas de acción). La nueva aventura en
solitario del Capitán América no lo es tanto, pues el film se
beneficia de una coralidad inesperada que da (literalmente) alas al
conjunto, al fortalecerse los vínculos entre personajes ya conocidos e introducirse otros nuevos como Sam “El Halcón”
Wilson (implicadísimo Anthony Mackie), Alexander Pierce (arrugado
Robert Redford) o el super-agente soviético que da título a esta
segunda entrega.
Gracias a esta ampliación del restringido microcosmos del Capitán,
“El Soldado de Invierno” no pierde ni un ápice de interés
cuando los personajes dejan de pegarse patadas y dispararse los unos
a los otros: las réplicas de guión son ingeniosas, los (escasos)
momentos introspectivos tienen una razón dramática justificada y
las explicaciones que hacen avanzar la trama no se perciben como mero
relleno entre explosión y explosión. De hecho, casi diría que su
mayor pecado es el de caer en sus últimos compases en ese
injustificado gusto por la destrucción masiva que “Los Vengadores”
instauró como inevitable clímax final para toda película del
subgénero que se precie. Mucho más convincentes me parecen el
resto de secuencias de combate, a caballo entre la tactical
espionage action de Hideo Kojima (el abordaje del Estrella de
Lemuria es puro “Sons of Liberty”) y la pirotecnia con clase de
las últimas misiones imposibles de Tom Cruise.
Ayuda, y mucho, que los
guionistas hayan realizado un notable esfuerzo de inmersión en los
últimos años de los tebeos Marvel, combinando elementos del
universo clásico ó 616 (el trabajo de los guionistas Ed Brubaker y
Jonathan Hickman, principalmente) con otros propios de la continuidad
Ultimate, como el rediseño hi-tech del Halcón. Creo firmemente que
“El Soldado de Invierno” es una gran adaptación, repleta de
guiños al conocedor de los comics, pero pasada por el tamiz del cine
de acción actual que le permitirá convencer a un público potencial
que encontraría ridículos algunos de los elementos más pintorescos
de la Edad de Plata. De ahí, por ejemplo, que el Batroc que aparece
en el film tenga más en común con esos mercenarios hipertrofiados
que John McClane suele despachar entre “yippie-kay-yay” y
“yippie-kay-yay” que con el colorido villano enmascarado
creado en los años 60 por Stan Lee y Jack Kirby. Es el sino de los
tiempos.
Aunque “El Soldado de
Invierno” no llega a los niveles de despiporre geek que en
su momento alcanzó “Los Vengadores”, su tono más adulto, sus
vibrantes secuencias de acción y su variado desarrollo la convierten
en mi película preferida de Marvel Studios con un solo héroe en el
título, consiguiendo reavivar mi interés en los futuros
lanzamientos de la fase 2, a los que la primera escena post-créditos
(hay dos) alude directamente.
Próxima parada:
“Guardianes de la Galaxia”.
2 comentarios:
Punto1: ¿cómo que hay dos escenas postcréditos?
Punto 2: ¿el escudo del Capi no era de adamantium? De mithril seguro que no.
Punto 1: hay una a mitad de créditos que es la buena, y luego otra justo al final de los mismos que no es gran cosa y que yo habría metido en el epílogo de la acción, antes de los créditos, aunque sólo sea porque me parece bastante obvia.
Punto 2: si no recuerdo mal, en los comics el escudo es de una aleación de vibranium y adamantium. En "Capitán América: el Primer Vengador" creo que decían que era de vibranium. Los derechos cinematográficos del adamantium los tiene la Fox y ya se sabe...
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