viernes, abril 04, 2014

El Capitán no tiene quien le escriba

Debo reconocer que en los últimos meses mi inicial entusiasmo hacia la fase 2 del gran proyecto cinematográfico de Marvel Studios se había enfriado bastante. Pese al buen sabor de boca dejado por “Iron Man 3”, la sensación de que todo lo que viniese a continuación iba a ser un mero trámite hasta el esperado regreso de Joss Whedon en “Los Vengadores: la era de Ultrón” se vio refrendada por el estreno de la decepcionante (muy decepcionante) “Thor: el mundo oscuro”. De ahí, supongo, que mis expectativas ante “Capitán América: el Soldado de Invierno” no fuesen especialmente altas. Tal vez, también, porque el personaje protagonista había quedado en un deslucido segundo plano durante su intervención en la primera aventura fílmica de los Héroes Más Poderosos de la Tierra, a la sombra del genio-millonario-filántropo-playboy encarnado por Robert Downey Jr.


“El Soldado de Invierno” se presentaba, a priori, como otra entrega de transición: una aventura menor dentro del marco global marvelita, centrada en un personaje carente del carisma arrollador de Tony Stark o del nutrido trasfondo mitológico del dios asgardiano. Por suerte, la tabula rasa a la que obligaba el nuevo estatus del supersoldado Steve Rogers, descongelado del hielo ártico tras 60 años de criopreservación, ha acabado jugando a favor de la franquicia.


Proveniente de un mundo en blanco y negro, donde las guerras aún se presumían justas y el espionaje no había alcanzado las cotas conspiranoides de la Guerra Fría, Rogers se encuentra absolutamente desubicado en el siglo XXI. La ambigüedad de sus compañeros de armas, superespías como Nick Furia o la Viuda Negra, choca frontalmente con el fair play del Capitán América hasta el punto de que el boy scout del escudo de vibranium estaría dispuesto a abandonar el servicio activo si tuviese alguna otra cosa que hacer en la vida. Pero Rogers es un soldado y, en realidad, nada más. La gente a la que quería, como su compañero caído Bucky Barnes o su amor de juventud Peggy Carter, no son más que recuerdos de un pasado remoto que para Steve queda, sin embargo, a un parpadeo de distancia. En la actualidad el Capitán América no es más que un instrumento al servicio de S.H.I.E.L.D. Y lo que S.H.I.E.L.D. quiere, para él y para el mundo, es un misterio que Rogers deberá desentrañar cuando uno de sus ¿aliados? lo implique directamente en una conspiración de alcance mundial.


Con estos mimbres, los realizadores hermanos Anthony y Joe Russo, curtidos en comedias televisivas como “Arrested development” o “Community” que a priori poco tienen que ver con el blockbuster super-heroico, despliegan un thriller de acción de escasa personalidad autoral (tal y como le gusta a Marvel Studios) pero terriblemente eficaz en términos de ritmo e intensidad. De hecho, posiblemente “El Soldado de Invierno” sea la cinta más compensada de toda la producción marvelita hasta la fecha, en tanto que aúna acción, intriga, descripción de personajes (la Viuda Negra por fin se percibe como algo más que una pin-up enfundada en cuero negro) y unas agradables notas de humor en un equilibrio casi perfecto, sin que ningún elemento se imponga sobre los demás (al contrario de lo que ocurría en las películas de Iron Man y Thor, convertidas a la postre en comedias salpicadas de escenas de acción). La nueva aventura en solitario del Capitán América no lo es tanto, pues el film se beneficia de una coralidad inesperada que da (literalmente) alas al conjunto, al fortalecerse los vínculos entre personajes ya conocidos e introducirse otros nuevos como Sam “El Halcón” Wilson (implicadísimo Anthony Mackie), Alexander Pierce (arrugado Robert Redford) o el super-agente soviético que da título a esta segunda entrega.


Gracias a esta ampliación del restringido microcosmos del Capitán, “El Soldado de Invierno” no pierde ni un ápice de interés cuando los personajes dejan de pegarse patadas y dispararse los unos a los otros: las réplicas de guión son ingeniosas, los (escasos) momentos introspectivos tienen una razón dramática justificada y las explicaciones que hacen avanzar la trama no se perciben como mero relleno entre explosión y explosión. De hecho, casi diría que su mayor pecado es el de caer en sus últimos compases en ese injustificado gusto por la destrucción masiva que “Los Vengadores” instauró como inevitable clímax final para toda película del subgénero que se precie. Mucho más convincentes me parecen el resto de secuencias de combate, a caballo entre la tactical espionage action de Hideo Kojima (el abordaje del Estrella de Lemuria es puro “Sons of Liberty”) y la pirotecnia con clase de las últimas misiones imposibles de Tom Cruise.


Ayuda, y mucho, que los guionistas hayan realizado un notable esfuerzo de inmersión en los últimos años de los tebeos Marvel, combinando elementos del universo clásico ó 616 (el trabajo de los guionistas Ed Brubaker y Jonathan Hickman, principalmente) con otros propios de la continuidad Ultimate, como el rediseño hi-tech del Halcón. Creo firmemente que “El Soldado de Invierno” es una gran adaptación, repleta de guiños al conocedor de los comics, pero pasada por el tamiz del cine de acción actual que le permitirá convencer a un público potencial que encontraría ridículos algunos de los elementos más pintorescos de la Edad de Plata. De ahí, por ejemplo, que el Batroc que aparece en el film tenga más en común con esos mercenarios hipertrofiados que John McClane suele despachar entre “yippie-kay-yay” y “yippie-kay-yay” que con el colorido villano enmascarado creado en los años 60 por Stan Lee y Jack Kirby. Es el sino de los tiempos.


Aunque “El Soldado de Invierno” no llega a los niveles de despiporre geek que en su momento alcanzó “Los Vengadores”, su tono más adulto, sus vibrantes secuencias de acción y su variado desarrollo la convierten en mi película preferida de Marvel Studios con un solo héroe en el título, consiguiendo reavivar mi interés en los futuros lanzamientos de la fase 2, a los que la primera escena post-créditos (hay dos) alude directamente.

2 comentarios:

David GB dijo...

Punto1: ¿cómo que hay dos escenas postcréditos?

Punto 2: ¿el escudo del Capi no era de adamantium? De mithril seguro que no.

Jero Piñeiro dijo...

Punto 1: hay una a mitad de créditos que es la buena, y luego otra justo al final de los mismos que no es gran cosa y que yo habría metido en el epílogo de la acción, antes de los créditos, aunque sólo sea porque me parece bastante obvia.

Punto 2: si no recuerdo mal, en los comics el escudo es de una aleación de vibranium y adamantium. En "Capitán América: el Primer Vengador" creo que decían que era de vibranium. Los derechos cinematográficos del adamantium los tiene la Fox y ya se sabe...