Tratar a estas alturas de
establecer cuál es el mejor disco publicado por Extremoduro es prácticamente un
absurdo. Más de dos décadas después de su debut, “Rock transgresivo”, la banda
liderada por Roberto “El Robe” Iniesta (secundado desde 1995 por su inseparable maestro de guitarras, Iñaki “Uoho” Antón) ha conquistado a tantos oyentes de gustos diversos y ha
tocado tantos palos musicales que lo más probable es que cada cual tenga su
álbum favorito y que esa elección sea imposible de rebatir. A mí, que llegué a
Extremoduro bien entrado el nuevo siglo, el que me enamora el alma es “La ley innata”, ambicioso y complejo como ningún otro en su discografía, pero soy
perfectamente consciente de que a muchos de los fans históricos de la banda les
parece el inicio de la decadencia; de eso que despectivamente han dado en
llamar “Extremoblando”. No es de
extrañar, tampoco, que muchos de aquéllos que descubrieron a los popes del rock
urbano español con trabajos como “Deltoya” o “Agila” renieguen
de los tangos y baladas de “Material defectuoso”. Ni que éste, con su
sofisticación melódica, haya encandilado a buena parte de la crítica y del
público que antes los consideraba demasiado barriobajeros para su gusto. Hay,
como decía, un disco para cada fan de Extremoduro. Y ahora, también, hay un
disco para contentarlos, un poco al menos, a todos.
“Para todos los públicos”, nuevo
trabajo de estudio del Robe, Uoho y compañía, concilia en apenas 45 minutos de
música todas las filias de sus artífices, desde esa pedrá directa al telencéfalo titulada “¡Qué borde era mi valle!”
hasta la experimentación aflamencada de “Poema sobrecogido”, capaz de subrayar
a Triana con un riff de heavy metal. “Locura transitoria” sigue la tónica de
los dos álbumes anteriores, tirando de cambios de ritmo, cuarteto de cuerdas y
una progresión que va de la acústica dulzura inicial hasta ese fraseo macarra (“¿Qué hace esta cabra fuera del rebaño? / ¡Vamo’
a tirarla desde el campanario!”) que
trae de vuelta la agresividad de antaño. “Entre interiores” tiene alma de blues
y retoma la clásica metáfora estacional del Robe: las cuatro estaciones, con la
Primavera a la cabeza, son una de las imágenes vertebrales de la lírica de Extremoduro.
“Mi voluntad” es un acelerado rock marca de la casa que entra perfectamente a
la primera escucha, y “Manué IV” es un irrelevante interludio dialogado que
busca rebajar la seriedad del conjunto.
Si hay una cosa que le gusta más al Robe que las
drogas, ésa es el sexo: “Mama”, con sus aires funkies, es una glosa nada sutil a la
vagina con un estribillo pegadizo como pocos. “Pequeño rocanrol endémico”
parece un tema compuesto por Uoho durante la época de Platero y Tú, y aunque
posiblemente sea la pista menos llamativa del conjunto, ni molesta ni desentona. No por conocido resulta menos satisfactorio el último corte del LP: “El camino de las utopías”. Hace más de un año, el par de versiones de esta canción extraídas de directos y
maquetas que circulaban por la red se convirtieron en el primer indicador de
que Extremoduro tenía nuevo material en camino. Escuchada hoy en la versión
para el álbum, sigue siendo un himno por pleno derecho, con algunos de los
mejores versos de este “Para todos los públicos” que no será, por descontado, mi
disco preferido de la banda, pero que tiene muchos boletos para convertirse en uno de mis álbumes favoritos de 2013. Ojalá todas los grupos de rock alcanzasen la madurez
tocados por la infalibilidad que caracteriza a los extremeños: a estas alturas Extremoduro está más allá del bien y del mal.
2 comentarios:
A mi el que más me gusta es el de Yo, minoría absoluta. La vereda de la puerta de atrás me llega de verdad.
Precisamente a eso me refería, Fer1980: no encuentro ningún argumento para rebatir el hecho de que "Yo, minoría absoluta" pueda ser el álbum favorito de Extremoduro de cualquier persona con un mínimo de buen gusto. Porque es otro discazo, con grandes temas como "La vereda de la puerta de atrás" o "A fuego".
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