Como no sólo de orcos y elfos vive el
hombre, en pleno furor por la Tierra Media tras el desembarco en
nuestro país de la primera parte de “El Hobbit”, se cuela este
fin de semana en las salas españolas, con larga demora respecto a su
estreno en tierras transalpinas, la última película del realizador
galo Jacques Audiard: “De óxido y hueso” (“De rouille et d'os” en el original). Viniendo del director
de una joya del calibre de “Un profeta” (oro en mi podio cinéfilo de 2010), resulta comprensible que
mis expectativas respecto al film estuviesen muy altas; quizás de un
modo injusto. Así, conviene aclarar de antemano que “De óxido y
hueso” transita derroteros melodramáticos muy diferentes al áspero
género negro en que se movía su predecesora, y que puestos a
compararla con otros ejemplos de cine reciente, el primer nombre que
me viene a la cabeza es el del cineasta mejicano Alejandro González
Iñárritu.
“De óxido y hueso” narra el
encuentro fortuito pero trascendental entre dos personas procedentes
de distintas realidades sociales. Ali es un inmigrante belga que
llega a la ciudad costera de Antibes con su hijo de cinco años,
buscando cobijo en la casa de su hermana. Sin recursos económicos,
con un bajo perfil laboral y con su experiencia como luchador de
boxeo como único atractivo curricular, Ali consigue un empleo como
portero de discoteca y comienza a interesarse por el submundo de las
peleas clandestinas. Interrumpiendo una trifulca en la puerta del
local nocturno en que trabaja, este hombre de pocas luces conocerá a
Stéphanie, una atractiva amaestradora de orcas en el parque
acuático. La vida de ambos dará un vuelco inesperado cuando
Stéphanie sufra un accidente durante una de las representaciones de
su espectáculo y le tengan que ser amputadas ambas piernas.
Con estos trágicos ribetes resulta
inevitable reconocer que el ratio de desgracias por minuto en los
primeros compases de “De óxido y hueso” sitúa la cinta al borde
de ese tremendismo gratuito más emparentado con el clásico telefilm
tróspido de sábado tarde que con los dramas realistas con
los que un servidor suele comulgar habitualmente. Historias
rocambolescas las vemos a diario en la sección de sucesos de los
periódicos, pero la ficción cinematográfica no es un juego de azar
(como la vida), y la superabundancia de desgracias puede acabar
colmando la suspensión de la incredulidad del espectador mínimamente
reflexivo.
Por suerte, allí donde el mentado
González Iñarritu suele patinar (el tipo disfruta torturando a sus personajes más allá de toda credibilidad), Audiard y su
co-guionista Thomas Bidegain tienen la sensatez de dar una de cal y
una de arena. Los protagonistas de “De óxido y hueso” son
personas zarandeadas sin piedad por la vida, cierto, pero esto no les
impide gozar de momentos de paz e incluso felicidad, por mucho que
uno siempre se mantenga alerta ante la posibilidad de un final
gratuitamente trágico que termine por descompensar este equilibrio
entre luces y sombras.
Repleta de destellos lumínicos y
siluetas proyectadas a contraluz por personajes fuera de plano, la
fotografía de “De óxido y hueso” reincide constantemente en
contrastes nocturnos/diurnos y en el mensaje metafórico de que hay
que caminar hacia la luz y abrir las ventanas de la propia vida para
no ahogarse en un pozo de lágrimas. Filmada cámara en mano y haciendo inmejorable uso de las técnicas infográficas para simular la invalidez de su protagonista femenina, la
película deslumbra en términos puramente estéticos y ofrece
imágenes contundentes subrayadas en ocasiones por una inteligente
selección musical de última hornada (Bon Iver, Django Django e incluso... ¡Katy Perry!), y en otros momentos sumidas en el más
rotundo y efectivo silencio (como el espléndido plano del
reencuentro entre amaestradora y animal).
Matthias Schoenaerts encarna con rocosa contundencia a un personaje tan físico (primitivo, en
esencia) como Ali, pero es sin duda Marion Cotillard (incluso sin
piernas, la actriz más hermosa del mundo) quien encandila sin
remedio al espectador con su interpretación de Stéphanie. La artista francesa continúa así compaginando una meteórica carrera en el
cine anglosajón (la hemos visto en las últimas películas de Christopher Nolan, pero también en la escapada parisina de Woody Allen, en el musical “Nine” y en los “Enemigos públicos” de
Michael Mann) con trabajos más arriesgados en su país de origen.
“De óxido y hueso” es una cinta
notable en muchos aspectos, a la que finalmente acaba perjudicando
una cierta dispersión en sus tramas: demasiados elementos
(inmigración, minusvalía, paternidad irresponsable, peleas ilegales
e incluso un rápido vistazo a la eterna lucha de clases) que no
terminan por eclosionar en un relato que desplaza alternativamente su
foco de uno de los protagonistas al otro, sin convertirse en ningún
momento en la película de ambos. Con todo, se encuentra muy por encima de la media cinematográfica de este 2012 que ya se
despide, y sin duda se merecería bastantes más atenciones por parte
del público español de las que posiblemente le acabe concediendo la última
super-producción inspirada en la obra de Tolkien.
3 comentarios:
Publicar hoy una reseña de una película francesa es ejercer de outsider en toda regla ;) Últimamente me da una pereza infinita el cine de trasfondo social y vidas cruzadas, sólo quiero escapismo, así que no es de extrañar que El Hobbit me haya encantado.
Por cierto, y a modo de offtopic, mi ejemplar de Spaceman no tiene tu artículo, así que me he planteado que pueda ser un error de encuadernación. Hoy he intentado buscar alguno por las tiendas para comprobarlo pero estaban agosados. ¿Has podido comprobar que tu artículo está en su sitio?
No tengo intención de dármelas de outsider, jajaja, pero sí de reclamar un poco de atención para esos otros films que se verán atropellados por el estreno de "El Hobbit" y que sin duda merecerían una mayor atención. De hecho, no entiendo muy bien cómo la distribuidora ha relegado "De óxido y hueso" a estas fechas cuando la cinta se estrenó en Francia hace meses. Casi parece un suicidio comercial, ¿no?
A mí me gustan las películas de evasión tanto como al que más, pero la proporción entre blockbusters que me satisfacen y cine de autor que me toca la patata está muy desequilibrada. El cine comercial de grandes presupuestos lleva unos años muy malos, mientras que hay una legión de cineastas europeos y asiáticos (y también norte y sudamericanos, ojo) haciendo grandes películas año tras año. Al final, creo, se trata de seguir al director, al actor o al guionista y no tanto a la propuesta.
Me das un pequeño disgusto con lo de "Spaceman". Todavía no me ha llegado el ejemplar de muestra correspondiente y últimamente no he pasado por mi librería habitual, así que aún no he tenido el tomo entre las manos. El artículo se publicó en la web de ECC hace unos días, por lo que supuse que todo iría bien con la edición física. Lo comprobaré mañana mismo, no te quepa duda.
"incluso sin piernas, la actriz más hermosa del mundo" Bravo! Coincido plenamente. ;-)
Saludos en paralelo.
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