Los últimos en subirse al carro del
álbum doble han sido Love of Lesbian. Por las razones de siempre, claro: están
en la cresta de la ola y han llegado a la conclusión, al más puro estilo Piero
Manzoni, de que todo lo que salga de sus gargantas, instrumentos y
sintetizadores debe ser arte. Porque sí, porque ellos lo valen. Y, sobre todo,
porque tienen un montón de fans que correrán como locos a comprar lo que sea
que publiquen a continuación de su exitosísimo “1999 (o cómo generar incendios de nieve con una lupa enfocando a la luna)”. Tanta es su popularidad actual.
“Las noches eternas”, primera
mitad de este nuevo lanzamiento de los catalanes, es directamente un rollo. Se
salvan dos o tres canciones porque tienen ese punto desenfadado que le
recuerda a uno los buenos tiempos de “Cuentos chinos para niños del Japón”, el
disco con el que un servidor se enamoró lesbianamente
de Santi Balmés y cía. El resto no son más que aburridas peroratas
pretendidamente profundas, plagadas de ripios grandilocuentes y sensibleras notas
surgidas de un omnipresente teclado. Todo ello impregnado de una inquietante atmósfera
íntima y personal que huele a material
descartado de su largo anterior. No falta, por supuesto, el clásico interludio de minuto y medio (¿instrumental? ¡mejor! con el audio de una película de fondo)
para que todo parezca tope conceptual
e introspectivo.
“Oniria e insomnia” cierra el
primer acto elevando considerablemente el nivel de calidad esgrimido
anteriormente, pero no es hasta el arranque del segundo disco (“Los días no
vividos”) que un servidor consigue reconocer las virtudes que hicieron de Love
of Lesbian uno de los grupos revelación del pop español en la pasada década. “Nadie por las calles” es, para el abajo firmante, la última gran canción de los
lesbianos hasta la fecha: metales, campanillas y algunos crescendos realmente
logrados le confieren esa energía y vitalidad que tanto se echaba en falta en
las once composiciones del primer disco.
“Los días no vividos” es bastante
más entretenido y escuchable que su soporífero antecesor, pero tampoco llega a
ser redondo. Son sólo 8 cortes (entre los que se incluye otro interludio innecesario), algunos tan certeros como “Wio (antenas y pijamas)”, donde por fin la banda se reencuentra con un sentimentalismo que no
indigesta, y otros tan olvidables como el titular, en el que la épica pop alla Arcade Fire descarrila al ceñirse al paso marcado por una melodía inane. La dupla final formada por las
discotequeras “Radio Himalaya” y “Los toros en la Wii (fantástico)” recupera el
buenrollismo pegadizo que en otros
trabajos corría de la mano de “Algunas plantas” o “Me amo”, y el doble álbum
concluye con uno de sus momentos más inspirados: esos coros finales que entonan
un “fantástico parapá-paraparara” que
le deja a uno la sonrisa pintada en la cara. Pero la cruda realidad se impone al pulsar de nuevo el play y descubrir que “Las noches eternas. Los días no vividos” es
un trabajo tan excesivo y repleto de paja como la gran mayoría de dobles
álbumes publicados a lo largo de las últimas décadas: un fracaso parido desde
la soberbia que nace de un éxito tan arrollador como -ay- traicionero. Lo que
podría haber funcionado bastante bien como un álbum único se cae a pedazos al
duplicar sus errores y dividir entre dos sus aciertos.
Es la historia de siempre. Se nos rompió el amor lesbiano de tanto usarlo.
4 comentarios:
Veo que no te ha gustado nada, jejeje. Para mí fue muchísimo mejor "1999", sin ser tan bueno (por supuesto) como sus dos discos previos en castellano. Es su peor disco en castellano, claro, y creo que lo peor es que el hecho de que estén en absolutamente TODOS los festivales del país y que no quieran tomarse ni un descanso ante su desmadrada popularidad actual va a acabar por cansar al público (a mí ya me cansa). Cada vez me reafirmo más en mi teoría de que son necesarios, entre giras y demás, al menos 3 años entre disco y disco para lograr mantener una buena carrera musical. Ejemplos: Depeche Mode, Fiona Apple, L.A., Standstill, o, por supuesto, MUSE.
Yo no sé si la solución son esos tres años que dices, Tenenbaum (nuestros admirados Arcade Fire son otros que, afortunadamente, también se toman su tiempo entre lanzamientos), pero desde luego siempre he creído que al oyente, en última instancia, no le importa el número de canciones que su músico favorito pueda componer cada x tiempo, sino el número de canciones realmente buenas que seleccione para cada álbum. Uno de los casos paradigmáticos de esto que digo es el de "Darkness on the edge of town" (el disco de 1979 de Bruce Springsteen), para el cual el Boss eligió solamente 10 canciones de las 52 que grabó y de las 70 que había compuesto. Así le salió el disco que le salió, claro.
¿Habría quedado más redondo este "Las noches eternas. Los días no vividos" con 7 u 8 temas menos? Desde luego. ¿Habría vendido menos? Jamás. ¿Habrían perdido fans los lesbianos por ello? Lo dudo.
Hola Jero, no se de que van estos chicos, estoy fuera de onda, pero me encanta como escribes, las razones que esgrimes y por descontado, mejor calidad que cantidad. Un saludo.
Muchas gracias por tu comentario y bienvenida al Abismo, Carla. Me alegro un montón de que te guste el blog ;)
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