En
lo que respecta a Sigur Rós, el mundo se divide entre los que opinan
que su música es tan soporífera como un banco de ballenas emitiendo
cánticos de apareamiento a cien metros de profundidad oceánica y
los que sostienen que su música despierta la fascinación genuina de un banco de ballenas emitiendo cánticos de apareamiento a cien metros de profundidad oceánica: todo depende de la capacidad que uno tenga para maravillarse, para dejarse arrastrar por la
belleza escurridiza de lo atávico, de lo primigenio. Porque lo que hace Sigur Rós
apenas responde a los estándares habituales de lo que conocemos como
música pop (en su acepción más amplia), y cada álbum publicado por la
banda islandesa tiene más de experiencia sonora, con sus correspondientes dosis de emoción y sinestesia, que de simple catálogo de canciones.
De
hecho, hay pocas melodías fácilmente aprehensibles
en “Valtari”, sexto trabajo de
estudio de la formación compuesta por Jón Þór Birgisson (alias Jónsi), Georg Hólm, Kjartan Sveinsson y Orri Páll Dýrason. El nuevo disco, que oficialmente sale a la venta el próximo lunes (aunque ya lleva unos días pudiendo ser escuchado en streaming en distintas webs y varias semanas circulando por internet de forma oficiosa), se sumerge en una sosegada atmósfera alejada de las rutilantes canciones (aquéllas sí lo eran) del
precedente
“Með suð í eyrum við spilum endalaust” (“el
impronunciable”,
como yo lo llamo cariñosamente). Tampoco hay rastro de los flirteos
del vocalista Jónsi con el pop convencional en su estupendo debut en solitario, “Go”. Las únicas estructuras musicales reconocibles aparecen
en momentos más o menos puntuales como el crescendo épico de la imponente "Varúð
".
El resto, otros siete cortes que emanan “sense
of wonder”
por los cuatro costados, funciona más como un diapasón que vibra emitiendo paz espiritual.
A
esta idealización musical se llega mediante una producción sublime,
con capas de voces e instrumentación (orgánica y
electrónica) que se superponen generando lo que bien pudiera ser una
señal alienígena (las letras en islandés ayudan, claro) que
verificase el mensaje de “venimos
en son de paz”.
Y
es que, puestos a definir las emociones que “Valtari” genera en
el telencéfalo del abajo firmante, lo más parecido a una descripción razonable (por abstracta que pueda parecer) sería decir que el último trabajo de Sigur Rós reproduce el sonido etéreo de los cuerpos celestes al desplazarse por el vacío
cósmico, el sueño REM de un bebé no nato reposando en el interior del útero materno o el arco eléctrico de una sinapsis en el cerebro de Stendhal durante su visita a la ciudad de Florencia en 1817.
Afirmaba el escritor francés que "ir sin amor por la vida es como ir al combate sin música". En ese caso, “Valtari” es el arrullo que nos otorga
valor y fuerzas para acudir cada mañana a nuestra interminable batalla contra la insoportable levedad del ser.
5 comentarios:
OOOOh voy a escucharlo ya!
...por cierto, me encanta la carátula del disco.
vamos...que podría ser la BSO de la primera parte de "El árbol de la vida"...Lync
Tentadora: a mí también me gusta la portada. Va muy acorde con el contenido del disco.
Lync: pues no hubiera sido mala opción, aunque la BSO de la peli me parece redonda tal y como está ;)
Usted le llama "el impronunciable", yo, "el disco de los culos". Creo que debería hacérmelo mirar, si.
Me gusta que le guste. Mucho.
"El disco de los culos" también es una buena opción. Una identificación muy gráfica, sin duda ;)
Deduzco que a usted también le gusta "Valtari". Conste que ya me lo olía, jajaja...
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