Mientras medio mundillo internetero se quema las yemas de los dedos aporreando su teclado para divinizar, destrozar o simplemente recomendar tímidamente el mega-hype cinematográfico de la década, esa película que ha costado ¿300? ¿400? millones de dólares y que responde al nombre de “Avatar” (y si no sabéis de lo que hablo probablemente sea porque habéis estado sumidos en un profundo coma durante los últimos doce meses), servidor se lía la manta a la cabeza para hablar de cine español. Que ya sé que esta semana no es lo que toca, que el personal preferiría leer algo sobre James Cameron o Spike Jonze, pero me temo que para eso habrá que esperar un poco.
Dos películas traigo hoy, dos.
La primera es el “esperado” (¿de verdad? ¿después de “El embrujo de Shanghai”?) regreso de Fernando Trueba al largometraje de ficción. La cinta se titula “El baile de la Victoria” y está protagonizada por el magnífico intérprete argentino Ricardo Darín (al que vimos hace poco en la sobresaliente “El secreto de sus ojos”) y los desconocidos (al menos para un servidor) Abel Ayala y Miranda Bodenhofer.
La acción nos traslada al Chile del resurgir democrático, en plena amnistía general para todos los presos sin delitos de sangre. Es entonces cuando Nicolás Vergara (Darín), un célebre ladrón de bancos que pretende regresar a una plácida vida con su mujer (breve participación de Ariadna Gil) y su hijo, y Ángel Santiago (Ayala), un joven criador de caballos enamorado de una muchacha sin techo que aspira a ser bailarina (Bodenhofer, la Victoria del título), cruzarán sus caminos en su recién estrenada libertad.
Si bien la película arranca de forma más o menos prometedora, no es preciso avanzar mucho en el metraje para descubrir que de nuevo Fernando Trueba se ha hecho la picha un lío y ha entregado una cinta que, se la mire por donde se la mire, no tiene ni pies ni cabeza: pretenciosa, ridículamente profunda, mal estructurada y peor escrita (algunos diálogos son, directamente, de vergüenza ajena). Y aún no me he quedado a gusto, no.
Posiblemente el peor defecto de “El baile de la Victoria”, mayor incluso que su orgiásticamente pedante banda sonora (la cabalgada nocturna por las montañas es de antología del disparate), sea su vocación de obra total, arrastrando sus carencias por casi todos los géneros por los que los entusiastas guionistas (el mismo Trueba y su hijo Jonás, sobre la novela original de Antonio Skármeta, quien se reserva un pequeño cameo) hacen deambular a sus sufridos personajes. Hay en la cinta momentos de cine negro, realismo mágico, simbolismo poético, drama romántico, crónica socio-política, thriller, comedia naïf y hasta un par de arranques de danza y musical. Imaginando la futurible edición en DVD no dejo de elucubrar acerca de unas escenas descartadas del metraje final que contengan una persecución automovilística llena de tiros y explosiones a lo Michael Bay o una coreografía de artes marciales. Si os soy sincero, visto lo visto, tampoco creo que empeorasen demasiado el resultado final.
Larga, aburrida y hasta cierto punto previsible, “El baile de la Victoria” tiene su factor más inexplicable en el hecho de que un actor de la talla de Ricardo Darín (cuya contribución al film, lánguida y con el piloto automático puesto, no menguará la maravillosa imagen que servidor tiene de su talento) haya decidido, leído el guión, embarcarse en semejante proyecto. Debe ser que Juan José Campanella estaba de vacaciones y, ya se sabe, hay que buscarse el garbanzo.
Cambiando de tercio tenemos, compartiendo cartel con la obra de Trueba, un ejemplo diametralmente opuesto de lo que el cine patrio puede traer a nuestras retinas y oídos.
“Celda 211” es el cuarto largometraje del otrora crítico de cine Daniel Monzón (durante años afiliado a la redacción de la revista “Fotogramas”), y si bien su filmografía previa (“El corazón del guerrero”, “El robo más grande jamás contado” y “La caja Kovac”) no auspiciaba un producto de primera categoría, no resulta exagerado sentenciar que este thriller carcelario resulta modélico y ejemplarizante de lo que un acercamiento apropiado al cine de género puede dar de sí. Incluso en España.
El argumento de la cinta, basado en la novela homónima de Francisco Pérez Gandul, presenta a Juan (dubitativo por momentos, finalmente convincente Alberto Ammann), un joven funcionario de prisiones que se persona en su puesto de trabajo un día antes de lo convenido para dar buena impresión a sus compañeros y superiores y tiene la desgracia de verse atrapado en un motín organizado por el violento, carismático y aguardentoso convicto Malamadre (sublime Luis Tosar). Sin acreditación de ningún tipo y encerrado en la celda que hasta poco antes ocupaba un preso suicida, Juan se hará pasar por un condenado recién llegado al módulo y buscará la manera, mediante mentiras y manipulaciones, de salir con vida de semejante infierno.
Además de con los citados Ammann y Tosar (reincido: una interpretación para enmarcar), el reparto se completa con un sorprendente Luis Zahera (llamado a ser secundario de lujo de nuestro cine), un sólido Antonio Resines (con menos cara de Serrano de lo habitual), los cumplidores Carlos Bardem, Marta Etura y Manuel Morón y con el algo más flojo Fernando Soto (por alguna razón no acabo de creerme sus intervenciones).
Si bien la película parte de lugares comunes más o menos transitados con anterioridad, el guión consigue sortear con inteligencia (y, no vamos a negarlo, cierto efectismo) sus limitaciones a priori para, sobrepasado el ecuador del metraje, plantar sobre la mesa una hipertrofiada bolsa escrotal (entiéndase desde un punto de vista metafórico) y zarandear de ahí en adelante y a su antojo las expectativas y sentimientos del espectador. Esto se consigue no sólo gracias a un guión bien rematado que comprende perfectamente cuál es su margen de error y de suspensión de la credulidad, sino también merced a un ritmo milimétrico, una ambientación verosímil y una caracterización de personajes brillante. Al final, como suele ser la norma, son los personajes y sus motivaciones, anhelos y miedos los que ejercen como motor de un buen argumento, y Daniel Monzón (co-guionista además de director) parece tener bien aprendida la lección al respecto.
Sin ser perfecta, “Celda 211” es una película prácticamente redonda (conceptos ambos que no conviene confundir). Sus 110 minutos pasan en un suspiro agridulce y se disfrutan con pasión y entrega. En un mundo algo más cuerdo esta cinta ejercería de representante española en la ceremonia de entrega de los Oscar de 2010 y tendría opciones (aunque quizás no tantas como “La cinta blanca” de Haneke) de alzarse con la estatuilla.
Pero claro, nuestro mundo no anda sobrado de cordura, precisamente. Y, puestos a derrocharla, el ámbito del cine no sería mi primera opción.
8 comentarios:
La primera me la apunto ahora que ya he visto "El secreto de sus ojos" la segunda ya la vi y me gustó bastante, más de lo esperado...
Buena reseña que muestra la importancia de destacar, además de las megaproducciones del momento como es el caso de "Avatar" (que también me parece importante analizarlas, pero no priorizarlas), estos dos films de la manera más adecuada posible.
Totalmente de acuerdo.
Sin más decirte que soy un nuevo blogger y que me gustaría mucho que te pasaras por mi blogg y si te parece conveniente participaras en la iniciativa que he llevado a cabo llamada "El club de los cinéfilos vivos".
Te dejo el link por si te aptece pasarte.
http://popcornandfilms.blogspot.com/
Gracias por el comentario y un saludo.
Silvia: es que por alguna razón al cine español ya le exigimos menos de entrada y luego, claro, nos viene un "Celda 211" y nos pilla totalmente desprevenidos...
Kiryu: gracias por el comentario. "Avatar" será una peli de altos vuelos (o no), pero no dejará de ser simplemente una peli. Por eso mismo no hay que monopolizar el asunto cinematográfico sólo con ella, que igual se pasa desapercibido algo más interesante aún (aunque menos llamativo). Tu blog me parece interesantísimo. Lo enlazo en la columna de la derecha y prometo visitarlo con calma (y si acaso colgar mi comentario de "Pulp Fiction", una película que adoro).
Si nada lo impide, "Celda 211" y la de Spike Jonze serán las siguientes que trataré de ver....
Jero: Totalmente de acuerdo contigo, el problema es que esto siempre ha pasado en el cine, las grandes producciones se comen a las pequeñas pese a que muchas de estas últimas tengan una mejor calidad, lo que ocurre sobretodo en las multisalas de los centros comerciales.
Por otro lado gracias por visitar mi blog y añadirlo a tu columna. Un saludo ^^
Charlie: la de Jonze tiene una pinta acojonante. "Celda 211", por otro lado, ultra-recomendada por mi parte.
Kiryu: las mega-campañas de marketing también hacen su parte, claro. Y de nada ;)
Celda 211 genial!!! y mañana me toca Avatar... en 3D!!! qué ganas!!! ya te contaré...
Laura: pues ya me contarás qué tal "Avatar". Yo aún no la he visto, pero me muero de ganas. Casi podíamos hablarlo uno de estos días tomando algo en Ponte, ¿no? ;)
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