Hace dos décadas, varios de los dibujantes más
sorprendentemente sobrevalorados de la industria norteamericana del comic se
plantearon abandonar el seno de las grandes editoriales, a las que acusaban
(con razón) de lucrarse con el trabajo de unos creadores a los que se habían
negado durante décadas los derechos de explotación de sus creaciones. Tipos con
las escasas aptitudes artísticas de Todd McFarlane, Jim Lee o Marc Silvestri,
auténticos superventas en una época en la que cabeceras como “Spider-man” o
“X-Men” llegaron a imprimir hasta un millón de ejemplares (para que os hagáis
una idea, el “Justice League of America #1”, publicado en febrero de este año,
alcanzó los 307.734 ejemplares y fue el comic más vendido de DC Comics en el
presente siglo) fundaron entonces una nueva editorial, Image Comics, en la que
cada uno sería amo y señor de sus obras, sin más cortapisas creativas que las
que sus (limitados) talentos les impusiesen. Image Comics fue un absoluto
desastre en términos cualitativos, al menos en sus primeros años de vida, pero
generó un sanísimo movimiento de reivindicación de los autores por encima de
las editoriales sin el cual no podríamos entender el actual panorama
editorial USAmericano. Al césar, pues, lo que es del césar.
Lección de anatomía: portada del número 1 de "Prophet" dibujada por Rob Liefeld.
Dentro de esta desbandada de dibujantes-estrella que
acabaría dando lugar a Image Comics siempre ha destacado la polémica figura de
Rob Liefeld: para unos, el peor dibujante mejor pagado de todos los tiempos;
para otros (vale, para ADLO), poco menos que un dios. Cuando Lifeld abandonó
sus responsabilidades en Marvel Comics como guionista y dibujante de la cabecera
“X-Force” y pudo por fin hacer lo que le diese la real gana en su propio sello
editorial, se dedicó a crear una versión paramilitar de (por supuesto)
“X-Force” llamada “Youngblood” en la que seguir haciendo exactamente lo mismo
que hacía para la Marvel pero ganando mucha más pasta (por eso de minimizar los
intermediarios y reducir al máximo el organigrama empresarial). En el segundo
número de “Youngblood” hizo su aparición un personaje llamado John Prophet que
resultaba ser un super-soldado de la II Guerra Mundial que había permanecido en
un sueño criogénico durante décadas hasta que los protagonistas lo despertaban
así como por casualidad (y tal). Sé lo que estáis pensando: cualquier parecido
con algún conocido super-héroe de Marvel Comics es pura coincidencia. Por
razones poco claras, el hipertrofiado Prophet contó en su momento con una serie
regular a cargo del propio Liefeld que no superó los 11 números, y
posteriormente con otra nueva aventura guionizada por Chuck Dixon que logró
alcanzar los 8 episodios. Lo último que se supo de él fue un one-shot publicado
en el año 2000. Valiente carrera para un personaje de papel.
Portada del número 23 de "Prophet" (número 3 del relanzamiento, en realidad) dibujada por Simon Roy.
¿Por qué os cuento esto ahora? Básicamente porque hace unas
semanas se publicó en nuestro país, de la mano de Aleta Ediciones (los mismos
que me alegran la vida con la traducción a la lengua de Cervantes del
“Invencible” de Robert Kirkman), el primer volumen recopilatorio del
relanzamiento de “Prophet” a cargo del guionista Brandon Graham y un equipo
rotativo de personalísimos dibujantes. Y he aquí el hecho por el cual los dos
primeros párrafos de esta entrada han sido los 3 minutos y medio peor
invertidos de tu vida: más allá del nombre y de algunos ligerísimos rasgos en
el diseño de su protagonista, el “Prophet” de Graham no tiene ABSOLUTAMENTE
NADA que ver con la versión de Liefeld. Ja. Pringao.
Página de "Prophet" dibujada por Simon Roy.
Lo que el autor de “King City” nos plantea en esta renovada
aproximación al personaje es una space opera con ecos de Edgar Rice Burroughs plagada de planetas desérticos y
criaturas imposibles en la que un irreconocible John Prophet despierta de su
letargo para, de alguna manera todavía por descubrir, “devolver a la
vida al dormido Imperio Terrestre” (cito
textualmente). Que la fauna y las localizaciones en que se enmarca la acción
sean un homenaje constante al espíritu que impregnaba en los años 80 la revista
francesa “Métal Hurlant” (con el impagable Moebius a la cabeza) y que sus
diferentes ilustradores (Simon Roy, Farel Dalrymple, Giannis Milonogiannis y el
propio Graham) sean artistas con una personalidad visual bien definida suponen
el mayor atractivo de una serie sin aparente rumbo fijo, en la que es muy
difícil saber qué demonios se nos quiere contar.
Página de "Prophet" dibujada por Farel Dalrymple.
Leyendo este nuevo “Prophet” tengo sensaciones muy parecidas
a las que me generó en su momento el manga “Blame!” de Tsutomu Nihei. A saber: todo
esto mola mucho, me entra por los ojos de maravilla y parece que algo
realmente grande se está cociendo… pero no me entero de nada. Así que hasta
cierto punto puedo entender la algarabía con la que otros bloggers están
recibiendo esta colección; porque sí, hay cosas que celebrar en este “Prophet”,
empezando por su frescura y su chorreo constante de conceptos fantásticos. Pero
también soy consciente de que este cripticismo dramático es insostenible
durante mucho más tiempo, y que si el próximo recopilatorio no me ofrece algo a
lo que agarrarme (desde el punto de vista argumental), no dudaré en aparcar la
colección indefinidamente a la espera de descubrir (por boca de otros) si al
final Graham realmente tenía algo que contar o nos estaba tomando el pelo como
tantos otros lo han intentado antes.
Para guiones dudosos, dibujos bonitos y paisajes alienígenas ya tengo la colección monográfica dedicada a los trabajos del propio Moebius en “Métal Hurlant” que Norma Editorial está publicando ahora mismo, y de la cual me faltan un montón de títulos. Los sucedáneos, por atractivos que se presenten, van a tener que currárselo más si no quieren quedarse en la cuneta.
Doble página de "Prophet" dibujada por Brandon Graham.
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