Se dice que los niños con mucha imaginación son los más miedosos.
Yo me pasé la infancia aterrado. Por los crujidos de la madera por las noches, por las siluetas que la ropa formaba sobre la silla cuando la casa estaba a oscuras y por los ancianos de mirada cenicienta dibujados en un cuadro que adornaba el pasillo de la casa de mis padres (hasta que mis padres decidieron descolgar ese cuadro de la pared y cambiarlo por un póster del “Peter Pan” de Loisel...)
Por suerte, tener mucha imaginación tiene también su contrapartida positiva. A mí, por ejemplo, me permite experimentar vidas paralelas en mi pensamiento. No es tan guay como ser Luther Arkwright pero siempre será mejor que conformarte con vivir una sola vida. En uno de los muchos universos paralelos que pueblan mi imaginación ya he conseguido triunfar en el mundo del comic (publico en Francia y firmo ejemplares en el festival de Angoulême), vivo “arrejuntado” y mi señora y yo esperamos nuestra primera hija ("Carmen Piñeiro Cotillard"; me gusta cómo suena). En otro, soy bajista de una banda de rock. Lo cual es casi tan improbable como que yo le dé un hijo a la nueva musa de Christopher Nolan, porque nunca he tenido un bajo entre las manos y jamás pasé de 3º de solfeo en la escuela de música de mi pueblo... pero, en fin, el hecho imaginario es que soy el bajista (y líder y principal compositor, no sé si lo había mencionado) de una formación de rock progresivo llamada Kimota. Tratad de imaginaros una mezcla entre Tool y Manu Chao y aún estaréis lejos de poder etiquetar nuestro sonido.
Desde que le hablé de mi banda imaginaria de rock progresivo, la palabra “Kimota” le hace muchísima gracia a mi amigo Lync (¡feliz cumpleaños, compadrito!), pero eso es porque el hombre no tiene ni idea de lo que significa y representa. He aquí, para él y para quien quiera leerla, una breve explicación (por larga que pueda quedarme):
En 1982, al guionista Alan Moore le pasaba más o menos lo mismo que a mí en 2011: aún no había triunfado en el mundo del comic. Su trayectoria incluía unas cuantas colaboraciones para “2000 AD”, pero aún no había iniciado sus primeras obras británicas de largo recorrido, como “La balada de Halo Jones”, “V de Vendetta” o “Capitán Britania”.
De todas estas series primerizas mi favorita es “Marvelman”, no tanto por lo que fue en sus inicios como por aquello en lo que llegó a convertirse al final. Comenzó a serializarse en capítulos de ocho páginas en el número 1 de la revista “Warrior” y era una puesta al día de un antiguo personaje creado en 1954 por Mick Anglo que a su vez no era más que un émulo descarado del Capitán Marvel norteamericano creado por C. C. Beck y Bill Parker. La premisa argumental planteada por Anglo era bastante naïf: el joven periodista Mick Moran recibía poderes atómicos (cortesía de un genio de la astrofísica) y se convertía en el poderoso super-héroe Marvelman al pronunciar la palabra “Kimota”, inversión fonética de “Atomic” (del mismo modo que el grito de “Shazam” que convertía a Billy Batson en el Capitán Marvel era un acrónimo de Salomón, Hércules, Atlas, Zeus, Aquiles y Mercurio, las figuras mitológicas de las que el héroe tomaba sus habilidades). En la etapa pre-Moore, que se extendió desde 1954 hasta 1963, Marvelman vivió coloridas aventuras aptas para todos los públicos y recibió con los brazos abiertos la ayuda de dos side-kicks, Young Marvelman y Kid Marvelman, con poderes semejantes a los suyos y que también tenían una palabra mágica (“Marvelman”, en su caso) que permitía su transformación de niños a super-hombres y viceversa.
Cuando Moore retomó al personaje en 1982 (con la colaboración de los dibujantes Garry Leach y Alan Davis), decidió replantear el imaginario creado por Anglo desde una perspectiva realista (por ridícula que pudiese antojarse en un principio), derivando el inocente concepto original hacia una ciencia-ficción algo más sofisticada. Tal y como poco después haría con “La Cosa del Pantano” de DC Comics, Moore reinventó al personaje sin contradecir sus aventuras previas y tuvo así plena libertad para desarrollar la clase de historias que le apetecía contar. La primera etapa del “Marvelman” de Moore, lo que se conoce como el Libro Primero (de tres), se publicó en Reino Unido entre los números 1 al 21 de “Warrior” y adolece hasta cierto punto de la inexperiencia de sus responsables. Por entretenido que resulte, observado desde la perspectiva de quien conoce (casi) toda la obra posterior de Moore, resulta evidente que este primer arco argumental es el caldo de cultivo de muchos de los conceptos que el guionista de Northampton exploraría años después en “Watchmen”, “Supreme”, “WildC.A.T.s” o “Tom Strong”, pero ni las habilidades literarias del escritor ni las artísticas de sus compañeros estaban aún en la cima de sus posibilidades (sobre todo las del joven Davis, pues el dibujo de Leach sí resulta sumamente apreciable).
Poco después, un contencioso legal con la editorial norteamericana Marvel Comics, que poseía los derechos sobre el prefijo “marvel-”, obligó a que el Segundo Libro de “Marvelman”, ahora bajo el sello editorial Eclipse, se publicase con el nuevo nombre de “Miracleman”.
Un año después de la conclusión del Libro Uno, la historia se retomó en el número 7 publicado por Eclipse (los números 1 al 6 eran una reimpresión del material previamente editado en “Warrior”), esta vez con la colaboración de los dibujantes Chuck Beckum y Rick Veitch. Moore, que ya comenzaba a saborear las mieles del éxito gracias a otras series nacidas de su pluma (“V de Vendetta”, “La Cosa del Pantano”) se muestra en este Segundo Libro mucho más maduro, complejo e impredecible: reescribe el origen del personaje otorgándole obvias connotaciones nietzschianas (con referencias explícitas, también, a Hermann Hesse), se carga todos los tabúes sobre violencia y sexualidad en el género super-heroico y, de paso, deja para el recuerdo algunos atrevimientos narrativos (como un parto en tiempo real) que elevan notablemente la calidad del nuevo material respecto al Libro Primero.
Pero si “Miracleman” figura hoy como uno de mis tebeos favoritos de todos los tiempos y uno de los dos o tres mejores trabajos de Alan Moore (en mi nada modesta pero siempre discutible opinión), compitiendo con “Watchmen” por el oro, es merced a un Libro Tres que es, en sí mismo, el mejor comic de super-héroes que servidor haya leído nunca. De hecho, si los tres libros de “Miracleman” estuviesen a la altura del último, no me rasgaría las vestiduras al confirmar la serie al completo como mi comic favorito en términos absolutos. Así de bueno es este Libro Tercero.
En él, lo que antes discurría por los derroteros de la ciencia-ficción alcanza terroríficas cotas de espanto y locura, edifica un panteón de deidades super-heroicas más próximo a la mitología griega que a la Liga de la Justicia y termina por establecer una utopía pacifista que deja traslucir un fascismo implícito en la naturaleza supra-humana de sus promotores. Y en medio de todo ello, magníficamente dibujado por un John Totleben que se atreve con originalísimas composiciones a doble página y un sentido atmosférico notable, tenemos la mejor pelea contra un super-villano que jamás hayan visto estos ojos míos. Plagiada en innumerables ocasiones (quien piense que Mark Millar o J. M. Straczynski han inventado algo, que se pase por las páginas del número 15 USA de “Miracleman” y descubra cuánto puede llegar a molar un combate donde la ciudad de Londres es el cuadrilátero y los propios dioses, que diría Asimov, son los contendientes), la confrontación entre el Nuevo Panteón y Kid Miracleman es épica, trágica, terrorífica y conmovedora. Posiblemente las páginas más emocionantes, en el más amplio sentido de la palabra, que Alan Moore haya escrito nunca.
No obstante, no es en las escenas de acción de “Miracleman” donde encontramos sus valores más apreciables, sino en su retrato de una humanidad que se siente caduca ante el alzamiento del super-hombre, en su relectura del clima político de la Guerra Fría bajo el prisma de una recién descubierta omnipotencia (parecida a la perspectiva que el Dr. Manhattan aportaba a las tensiones políticas en “Watchmen” y antecediendo al concepto de super-héroes pro-activos visto en el “The Authority” de Millar) y en el modo (claramente inspirado en el Zaratustra del filósofo alemán) en que la super-humanidad barre definitivamente las convenciones sociales imperantes y hace nuevas todas las cosas. El Libro Tercero de “Miracleman” no es, en definitiva, un tebeo de tipos con leotardos que se lían a puñetazos para preservar el orden establecido, sino un tratado filosófico sobre cómo una nueva autoridad superior (un dios, al fin y al cabo), más allá del estrecho margen de actuación que permiten las distintas corrientes políticas y económicas, más allá de la moral y los principios de lo estrictamente humano, más allá, en definitiva, del bien y del mal, puede derribar el status quo por el mero hecho de existir, de ser posible. Y la historia de cómo un simple mortal, pronunciando la palabra “Kimota”, se convierte en ese dios... para su desgracia.
Ahora que soy mayor y ya no me dan miedo los viejos de mirada cenicienta del cuadro que había en el pasillo de la casa de mis padres, confieso que “Miracleman” me pone los pelos de punta. Porque, imaginario o no, lo que late bajo sus códigos genéricos es lo que somos y lo que podríamos llegar a ser: héroes, libertadores, monstruos o genocidas. Si hay algo que me asuste más que los hombres y mujeres del hoy son sus herederos, más que humanos, o menos, del mañana (y no, no me estoy imaginando un futuro lleno de super-tipos con coloridos disfraces: pienso en las consecuencias de la energía nuclear, en los experimentos para controlar el clima, en las aplicaciones de la clonación o en las revoluciones informáticas de los últimos 50 años; motivos más que suficientes para presuponer que el hombre del año 2100 no se parecerá en absoluto al de 1900, y en las implicaciones éticas que eso puede suponer...)
Más allá de estos valores intrínsecos de la obra, "Marvelman/Miracleman" supone la perfecta ejemplificación de la curva de aprendizaje de un guionista (el mejor guionista de comics en lengua inglesa, posiblemente) desde sus primeros pasos hasta su madurez creativa, siendo uno de los trabajos más representativos de la bibliografía de Alan Moore desde sus inicios hasta su consagración a finales de los 80.
Desgraciadamente, encontrar la edición española de “Miracleman” en una tienda es, actualmente, toda una odisea. Y, si uno tiene la suerte de localizarla, deberá hacer frente a unos precios de escándalo: la última vez que los tuve en mis manos, los 11 números de grapa publicados por Forum en los 90 rondaban los 150 €. El motivo de este despropósito es la imposibilidad de reedición de la serie, aquí y en cualquier otro lugar del mundo. Problemas con los derechos del personaje y sus aventuras, repartidos entre los herederos de Mick Anglo, el propio Alan Moore, Neil Gaiman (que tras la marcha de Moore, y con su beneplácito, continuaría creando nuevas historias para los personajes en una saga inconclusa hasta la fecha), Todd McFarlane y los dibujantes Alan Davis y Garry Leach, han pospuesto durante años una ansiada reimpresión de este material. Recientemente Marvel Comics anunció que se había hecho con la propiedad intelectual del personaje, lo cual permitiría a la editorial producir nuevas aventuras protagonizadas por la familia Miracleman (algo que no estoy muy seguro de desear, la verdad), pero no está muy claro si podrán o no reproducir los tres libros escritos por Moore y reeditar las historias creadas a continuación por Gaiman.
Una confirmación al respecto sería, para mí al menos, la mejor noticia que Marvel podría ofrecernos en muchísimo tiempo, pues no existe actualmente ningún tebeo de super-héroes (apenas han existido un puñado en el pasado) que pueda competir en calidad, profundidad y capacidad de transgresión con las historias de Marvelman/Miracleman firmadas por el bardo de Northampton.
Hasta entonces, internet y sus descargas seguirán siendo nuestros más generosos aliados.
...
PD: enlazo una reseña muy recomendable (aunque plagada de spoilers) donde se comparan diferentes lecturas político-filosóficas de “Watchmen”, “V de Vendetta” y “Miracleman”, entendiendo estas obras como una trilogía de la desmitificación del superhéroe. Estoy bastante de acuerdo con todo lo que allí se dice.
8 comentarios:
Nunca fui muy aficionado a los tebeos de superhéroes, pero entradas como esta despiertan la afición.
Vaya.
Bonita entrada.
Todo el inicio con eso de las vidas que podríamos tener (curioso que siempre se planteen como exitosas; yo también; pero a veces me veo debajo de un puente viviendo en la calle, ido, sucio, maloliente y... bueno... aún es posible que se cumpla el sueño (ja,ja). Qué raro que Nemo no haya venido por aquí para hablar de eso de las opciones y lo que nos depara la vida. Es un tema que le gusta mucho.
Lo del mejor guionista en lengua inglesa, posiblemente. Lo leeré como posiblemente, tu favorito.
Estos no los tengo. Pero los leí, claro. Hace mucho-mucho.
Y me impactaron. No la famosa escena del parto. Más bien la violación del crío y cuando Miracleman acaba con él en la pelea final. Tiene muchos aciertos y de lo que he leído de Moore también es de mis cosas favoritas.
Pero no sé... Tendría que releerlo.
Sigo...
Aquí hicieron una entrada que también me gustó. Y bueno, ya ves que también hice un comentario bastante parecido.
Un saludo.
Eric Blair: a mí sí me gusta mucho el género, aunque de un tiempo a esta parte (salvo contadísimas excepciones), lo veo muy de capa caída (wow, qué ingenioso juego de palabras...). "Miracleman" es una cumbre del comic de super-héroes, pero también es un tebeo que (creo yo) gustará a los que disfruten del comic en general, porque trasciende absolutamente los clichés y escarba en el concepto mismo de lo que significan la superioridad y el poder. Te diría lo mismo que a alguien que me dijese que no le interesa el cine de ciencia-ficción, por ejemplo, en relación a "2001" o "Blade Runner": son películas de ciencia-ficción que se sobrepasan totalmente del género y tocan temas universales. Y precisamente por eso son clásicos.
O, resumiendo mucho, recomendadísimo por mi parte :D
David: sí, claro, Moore es mi favorito. No sólo en lengua inglesa; es mi favorito en general. Quizás decir "el mejor" es una presunción exagerada por mi parte (no he leído todos los comics que existen y no sé por qué debería creer que mi criterio es más válido que el de cualquier otro para decir qué es mejor y qué peor), pero has entendido perfectamente la licencia ;) Además, ¿a ti hay algún otro guionista en lengua inglesa (no autor completo ni narrador, sino específicamente guionista) que te parezca mejor que Moore? Porque a mí no se me ocurre ninguno... Esas dos escenas que mencionas son muy impactantes. A mí siempre me ha fascinado lo de "mis apologistas sostienen que el coche que arrojé contra Bates estaba vacío; lamento decir que no es verdad". Creo que demuestra la magnitud de la pelea y lo muy por encima que el Panteón está ya de lo humano.
Como es un poco tarde, el enlace que cuelgas lo dejo para mañana, que tiene muy buena pinta y yo ya empiezo a estar un poco espesito, jejeje. Saludos ;)
Eso de ser mentalmente divergente no me es ajeno, en absoluto, en mi otra vida son la guitarra solista y compositora de un grupo de rock que hace 15 años que produce números uno, en mi mundo alternativo (llamado MundoMarguis) tengo heterochromia (un ojo de cada color) y por eso mi grupo se llama así...
Siguiendo con tu post, cuando era pequeña estaba completamente aterrada con los marcianos, (había visto Invasores de Marte, y oído por la radio el principio de La guerra de los mundos (hice que mi padre apagara el resto)), y con las plantas carnivoras, (pillé, no se muy bien donde, El día de los Trífidos por la tele), así que dejaba que mi hermano durmiera al lado de la ventana, por si acaso venían los marcianitos que se lo llevaran a él, y no me acercaba para nada a las plantas de mi abuela... traumas que ahora me doy cuenta seguramente me llevaron a amar la ciencia ficción sobre cualquier otra cosa. También me doy cuenta de que mis padres no tenían ni idea de lo asustada que estaba porque me dejaban ver todo lo que quería de la tele...
Y tengo que decir que con tu extensa entrada ¡dan unas ganas de leer Marvelman/Miracleman!... Es posible que alguno de mis amigo los tenga... voy a mendigar a ver si me lo dejan...
Saludos!
Lady Marguis: habida cuenta de que en tu perfil de blogger aparecen mencionados "Watchmen" y "V de Vendetta" en tus libros favoritos, lo de "Marvelman/Miracleman" me parece directamente imperativo, pues en mi opinión está a la altura de aquellos, y además es mucho más ciencia-ficcionero (y ya sabemos cuánto te gusta el género). Si ninguno de tus amigos la tiene, siempre puedes buscarla en internet. Me suena que en Taringa está entera la etapa de Moore escaneada de la edición de Forum (y también, juraría, los capítulos escritos por Neil Gaiman e inéditos en nuestro país).
Heterochromia me parece un nombre cojonudo para un grupo de rock. ¿Quienes son los otros miembros, David Bowie y Tyrion Lannister? Dicho lo cual, ¿cuándo hacemos una gira conjunta? De hecho estoy pensando que para el disco de versiones que Kimota está preparando podríamos apropiarnos de alguna de vuestras canciones, jajaja...
De pequeño yo me cagué de miedo con "El resplandor". No pude pasar de la escena de la vieja en la bañera. Y también lo pasé fatal viendo "Cementerio viviente" con 12 ó 13 años... A mí los aliens nunca me han dado yuyu (alien y predator me flipaban, pero porque me parecían molones), pero todo el rollo espiritista/fantasmagórico hace que me cague por la pata abajo. Si te digo que hace un par de meses vi "Al final de la escalera" y la primera hora sudé frío...
Ya sabes que no leo comics, pero como bien dejas en tu entrada, eso trasciende el continente en el que se transmite. Ahora que se lo que es kimota, toma otro sentido tu grupo imaginario,... aunque sigo pensando que necesita una voz!! Lync
Lo que necesita son canciones, Lync, y no precisamente imaginarias... Un día de estos me pongo de verdad y lo peto, ya verás. Una abrazo :)
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